Al compás del paso de los años
la paciencia pegoteada en los dedos
infantiles, caprichosos,
sigue trenzando,
de sus uñas largas, no podría
hoy haber escapado una hebra miserable,
sigue trenzando,
de nada sirve que tiente a su boca fina
con dulces, con palabras, con ruegos,con el fuego de mi garganta quebrada,
sigue trenzando,
como una melodía interminable de hilachas
ajenas, envuelta en mi manto de cansancio,
y me callo tarde, como es mi costumbre,
y sigue trenzando.
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