viernes, 3 de diciembre de 2010

Hacia arriba

Mientras trataba infructuosamente de pensar en algo para escribir sobre el día de hoy, caí en la cuenta de que en realidad lo que precisaba era transmitir un estado de la percepción, un punto intermedio muy incómodo entre lo inteligible y lo sensible, que para más presentaba algunas peculiaridades que lo hacían particularmente difícil de objetivar en una representación externa. Estaba a punto de darme por vencida: la prosa no poética no es el mejor modo de representar este tipo de relaciones con el entorno y con la propia cabeza, y parte de lo que necesitaba expresar estaba, justamente, en su insoportable falta de poesía. La búsqueda de una imagen, también, estaba fuera de consideración, porque aun las mejores representaciones de las percepciones de un tiempo vaciado (en pintura o en fotografía) no pasan del congelamiento de un momento de espera que se desentiende de su carácter temporal.

Y entonces me acordé de esto: