sábado, 1 de octubre de 2022

Nocturnos: Cuentos Espantosos

Seis cuentos de terror para descarga gratuita. Click en la imagen para descargar:




lunes, 23 de marzo de 2020

Mellon


Esto sólo tiene sentido habiendo leído antes el artículo de Paula Rivera Donoso, en Vagalumbre "Di amigo y entra: una discusión de la obra de J.R.R. Tolkien como portal de entrada a la Fantasía"

O quizás ni así, qué se yo.

Nota 1. Sobre lo de Atterbery: no tuve aún el gusto, porque no pude encontrar el texto ni para comprar ni para bajar por parte alguna. Es uno de varios clásicos con los que estoy teniendo este problema.
De cualquier modo, de la cita que el artículo refiere me llama muchísimo la atención que use justo a Frye para meter a Tolkien en una categoría de bolsa de gatos, justo Frye que teorizó tan bien el romance al que el autor claramente responde según su teoría general de los modos.

Nota 2. Tal vez sea el hecho de que llegué tarde a Tolkien, y de que tuve un ingreso rarísimo a la fantasía. Crecí consumiendo otras especies de relatos épicos y de aventuras, y llegué a JRRT ya con la Ilíada, la Odisea, la teoría de la literatura de los formalistas rusos y algo de Derrida encima. Con lo que en esa primera visita, recuerdo (y registré entonces, en alguna parte están las notas de lectura de esa época) haber visto más las líneas de continuidad que las de ruptura. Me pareció una reelaboración simpática de temas, y tardé mucho tiempo en darme cuenta de la cantidad y calidad de hilos que bordan esa trama, y el caracter fundacional que reviste para la fantasía y la imaginación fantástica como se reinventó en el siglo XX. Tal vez sea por eso que pude siempre pensar la fantasía desde afuera de la sombra de Tolkien: el portal estaba ahí y salté por la ventana. Pero por esto siempre tuve algunos problemas para entender a la gente que se queda en Tolkien, que no lo ve como un nudo más en un árbol lleno de ramas. Un nudo que puede adivinarse por las volteretas de todo lo que hay alrededor.

Nota 3. No creo que Tolkien sea ajeno a lo formulaico y lo tópico. Mucho menos pienso que él haya sentido lo formulaico como algo malo en sí. Ante todo Tolkien es un medievalista, alguien muy consciente de que el arte vive en la variante, y la variante sólo existe donde tiene un marco formal. Fue un formalista. Ahora bien, entiendo que buena parte del acervo tópico de la fantasía berreta actual no viene sino superficialmente de Tolkien, y hunde raíces en una literatura de aventuras anterior, de la que Tolkien participa muy de refilón: los Stevenson, los London, los Verne (incluso los Swift) del canon de aventuras. La fantasía formulaica actual se parece más a La Isla del Tesoro con elfos que a las fórmulas (presentes, pero otras) que usó Tolkien.

Nota 4. No sabía lo de Schwab. Qué bochorno.

Nota 5, pregunta para Paula: ¿Ya leíste a Marie-Laure Ryan?

Nota 6. "En tiempos en los que tanto aficionados como académicos suelen concebir a la Fantasía como una literatura meramente comercial, escapista y divertida" - agregaría: "como autores". Vaya si hay mercenarios en este regimiento.

Nota 7.
Ser o que penso? Mas penso ser tanta coisa!
E há tantos que pensam ser a mesma coisa que não pode haver tantos!
Génio? Neste momento
Cem mil cérebros se concebem em sonho génios como eu,
E a história não marcará, quem sabe?, nem um,
Nem haverá senão estrume de tantas conquistas futuras.

martes, 15 de octubre de 2019

Sobre distopía(s) y feminismo(s)

No iba a publicar esto, pero qué más da. Resucito momentáneamente este blog fósil para poner algunas ideas en orden. Este texto lo pensé como respuesta a un texto que publicó Laura Huelin en un proyecto que me gusta mucho, La Nave Invisible. Si hacemos un Te lo resumo así nomás, el artículo se centra en los siguientes puntos:

  1. El auge editorial de la ficción distópica con temática de género (ella usa "distopía feminista" y luego problematiza el término) es un efecto colateral de la llegada a un medio audiovisual masivo de The Handmaid's Tale de Atwood.
  2. Considera que el libro de Atwood es válido como feminista porque implica un comentario denuncialista sobre la violencia presente, sobre todo en el marco de la avanzada reaccionaria actual, pero la que aparece en otros relatos no le resulta tal, o le parece que "no aportan nada nuevo" a lo de Atwood.
  3. Hace una lista de obras recientes que le parecen mal o poco feministas porque las protagonistas la pasan feo por ser mujeres, y las acusa de regodearse en una violencia gratuita.
  4. Cito: "Una historia que le recuerda a las lectoras (y a los lectores) página a página todas las opresiones que puede sufrir una mujer solo por el hecho de serlo no puede ser llamada feminista."
  5. Cito: "La literatura feminista debería plantear mundos en los que las mujeres no sufran las mismas violencias y opresiones que en un mundo machista. Ya bastante miedo pasamos en nuestro día a día como para necesitar acudir a novelas que no dejan de recordarnos que ese miedo es omnipresente (...) Quieronecesito, mundos que me ayuden a sobrellevar este, que muestren diferentes dinámicas de poder, que se atrevan a pensar de verdad en un mundo en el que las mujeres no sufran solamente por serlo y en el que seamos de verdad iguales."


Vamos por partes.

UNO

Tal vez la demanda mercantil de historias parecidas a las que ya gustaron sea la traducción capitalista de un fenómeno que podemos ver tanto en la ontogénesis como en la filogénesis de nuestra formación como público receptor de ficciones: como de chicxs pedíamos que nos narren una y otra y otra vez ese cuento que nos había gustado tanto (el mío, anecdóticamente, era el de los tres pelos del diablo), así también desde el principio de nuestro registro escrito de las narraciones podemos observar cómo motivos narrativos que resonaron en las comunidades que los recibieron tendieron a replicarse, a reversionarse, a reaparecer (como el arca en el diluvio bíblica es un rip-off bastante evidente de la historia babilónica que aparece en el Gilgamesh, o el Amadís de Gaula uno de la popularización de la traducción del Tristán y el Lanzarote en prosa).
No resulta nada sorprendente, entonces, que en el contexto actual la distopía feminista (sí, ya sé que Huelin problematizó el término, pero déjenme que lo use un rato de forma acrítica antes de tomar partido, por economía) encuentre un auge: al éxito de la serie basada en Atwood hay que sumarle la difusión de otros tipos de relato, la cascada de testimonios que circularon y circulan después de que el me too hiciera trastabillar el tabú sobre el abuso, y que movimientos como el Ni una menos y las campañas latinoamericanas por la legalización del aborto abrieran espacios para difundir las historias de mujeres sobrevivientes de abortos clandestinos y de violencia obstétrica, familiares de las que no han tenido tanta suerte y víctimas de violencia patriarcal. Las mujeres (hétero, lesbianas, cis, travestis y trans), los hombres trans y las personas no binarias estamos dejando de acatar el mandato de que lo que se sufre se tiene que sufrir en silencio, con miedo y con vergüenza, y el de que la única fortaleza está en parecer inexpugnables todo el tiempo. Muchas hemos encontrado en esta libertad inédita para hablar de las violencias sufridas una fuerza nueva, la de reapropiarnos del discurso sobre nosotras mismas, la de dejar salir el pus que se acumula en las heridas bajo los mantos pegajosos del silencio.

DOS

Atwood se tomó este trabajo en un momento en el que no había, en absoluto, tanto espacio para considerar las violencias específicas contra las mujeres como tales. Por citar un caso dolorosamente cercano sobre una de sus fuentes (porque, para quienes no lo sepan, todas las violencias ejercidas sobre la protagonista están basadas en prácticas históricamente documentadas), tuvieron que pasar décadas para que en los juicios de lesa humanidad contra los represores de la última dictadura militar en Argentina se tomaran en cuenta las violaciones sistemáticas a las mujeres secuestradas. Algo semejante pasó con la apropiación de bebés: apenas seis casos, sobre los cientos documentados, fueron considerados en el juicio a las juntas de los años 80 (ninguno con condena), y hubo que esperar hasta esta década para que se juzgara una causa específica sobre secuestros de embarazadas, nacimientos en cautiverio y apropiaciones.
Su labor pionera es, claro, indiscutible.
Ahora, la idea de que deja de ser válido denunciar algo porque ya se lo denunció antes es, cuando menos, discutible: si vamos a admitirle valor a la ficción distópica por la realidad que denuncia, decir que una distopía no es feminista porque lo que hace ya lo hizo antes Margaret Atwood es complicado, siendo que las violencias sexistas siguen ahí, y las formas de pensarlas seguramente están lejos de agotarse.

TRES

Doblemente complicado si se considera que en la lista negra que se sigue hay textos como "Paulina", de Laura Ponce, que dista mucho de estar falto de actualidad y de mostrar una escena gratuita en la que sólo se ve violencia de género. (Resumen con spoilers: una mujer embarazada del conurbano bonaerense que trabaja en Capital pierde el empleo por dar a luz en el horario de trabajo, y le es dado a elegir entre una deportación con su hija, o dar a la niña en adopción a una familia pudiente de la ciudad y no verla nunca más).
Tal vez sea que la violencia cruzada que se da cuando se juntan género, clase y origen no sea del todo visible para alguien que nació en la Comunidad Europea y nunca tuvo que atravesar un puesto de migraciones con las pulsaciones aceleradas por el miedo de sufrir tratamientos inhumanos y deportación, situación doblemente horrible para mujeres embarazadas (consideremos, por caso, lo que las propias autoridades españolas de migraciones le hicieron a una profesora argentina que tuvo el tupé de aceptar una invitación de una universidad de allí estando embarazada hace unos años, por ejemplo, o la puesta forzada en adopción de niñxs migrantes hijos de latinoamericanas en Estados Unidos que está ocurriendo en este preciso momento), y sólo quede la violencia de género. Y ahí sí, claro, Atwood habló de adopciones forzadas antes.

CUATRO

Bien, el hecho de denunciar todas las violencias sobre las mujeres página a página es, precisamente, lo que hace Atwood en la obra que motiva todo esto: The Handmaid's Tale es básicamente eso. El criterio es contradictorio: o bien Atwood no puede ser llamada feminista desde el punto de vista de Huelin, o bien ahí por el medio hubo un cambio de vara y el problema está en otro lado.

CINCO

Estimo que parte del embrollo pasa por el problema de la distopía (en general) como motor de cambio. Es cierto que prácticamente por definición una ficción distópica es un arma ideológica de doble filo, porque su potencia denuncialista tiene como contrapeso la necesidad de nadar contra la corriente de terminar resultando conservadora. Y en esto hay que incluir The Handmaid's Tale también. ¿Hasta qué punto la mirada anhelante de lxs presxs y víctimas de un totalitarismo distópico sobre las libertades del presente puede obturar la lectura "no toquemos nada que así estamos relativamente bien"? ¿Hasta qué punto el sufrimiento hiperbólico de la distopía no es una forma de hacer tolerable un presente que no lo es con la endecha del "podríamos estar peor" (o a lo sumo, como en el caso del epílogo de Atwood, el "no hay mal que dure cien años")? ¿Hasta qué punto la distopía no corre siempre un poco el riesgo de devenir un manual de ideas para opresores con poca inventiva?


No me siento habilitada a decirle al feminismo (así, en general) cómo tiene que ser la literatura feminista. Puede que porque ya estoy vieja para la dinámica del "deber ser" de los manifiestos literarios y políticos, llamados usualmente a perder vigencia con tanta rapidez como los cortes de pelo. A lo sumo sí sé que me considero feminista y que a mí tampoco me interesa escribir (ni suele gustarme leer) distopía: he coqueteado muy poco con ese género, y siempre huyéndole a transmitir la sensación aplastante de que si va a haber un cambio lo van a tener que hacer otrxs, de que no hay salida e intentarlo es suicida, que subyace a la inmensa mayoría de las obras del género. También comparto con Laura Huelin ese ansia de leer (y escribir) otros mundos en los que la gracia sea que no la pasamos peor que en éste por ser mujeres. Estimo, con ella, que la potencia de la imaginación para proponer otros estados de cosas (agregaría: no sólo mundos mejores y más justos, también otros sencillamente diferentes: mundos que ayuden a ver en el contraste lo que hay de artificial en la constitución de relaciones en éste que habitamos) nos ayuda a abandonar el miedo y a preguntarnos no sólo por qué mundo tememos, sino también por qué clase de mundo queremos. Pero siempre voy a preferir abstenerme de juzgar y de retirar carta de ciudadanía feminista a quienes necesitan el espejo del espanto que ofrece la distopía (o, para el caso, otros géneros de narración igual de crudos como el realismo denuncialista) para volver a verse el rostro abajo de las cicatrices.

domingo, 26 de mayo de 2019

Una respuesta extensa





Habría que hacer una investigación seria sobre crítica literaria historizada. Por lo pronto, hay un hecho visible, y es que el prejuicio de que ciertos géneros están por fuera de la "Literatura" (o los conceptos que la precedieron, la Poética, el Drama) por un mero criterio argumental es muy reciente. Si nos vamos no digamos tan atrás, nada más a los futurismos de principios de siglo XX, o a los románticos o los pre-rafaelitas del XIX, la concepción era casi la inversa. Un Percy Shelley hubiera tenido mucho más problema para encontrarle el arte literario a A Sangre Fría de Capote que a la saga El Señor de los Anillos, no me cabe duda.
Ahora, no podría firmarlo porque no tengo una formación específica tan fuerte en crítica literaria de literatura contemporánea y vigesimosecular, pero si tuviera que meterme ahí mi hipótesis de partida sería que es un concepto que tiene más que ver, en origen, con una segmentación del público lector que no la hizo la academia sino el mercado editorial: la literatura infantojuvenil primero y la ficción fantástica y de ciencia ficción pasaron a ser vendidas para un público segmentado, a tener sus propias publicaciones periódicas para la gran audiencia y a exhibirse en bateas aparte en las librerías, con usos y costumbres de edición bastante diferentes. Eso llevó a que la crítica periodística empezara a segregarlas eventualmente también, y a que cierto esnobismo del establishment literario y académico las empezara a ningunear, por el simple hecho de apuntar a un público no académicamente especializado, que no necesariamente adhiere a los mismos patrones de calidad literaria que se manejan en la formación de cánones.
Hoy en día se da una situación rara: por una parte, nadie en su sano juicio en la academia (fuera de algunos sistemas académicos muy cerrados en kiosquitos locales que los mantienen en un atraso de sesenta o setenta años) diría que la ciencia ficción y la fantasía no son literatura. Y muy poca gente se animaría a negarle el status a la literatura infantil.
Pero por otra parte lo cierto es que existe el estancamiento de las líneas de financiamiento para investigaciones debido a la práctica extendida de los sistemas CyT y estructuras universitarias globales de transpolar hacia la investigación en humanidades normas que no le aplican del todo bien porque fueron pensadas para la investigación en STEM: empezar una investigación nueva implica que el objeto de estudio sea el mismo o uno muy cercano a los que ya trabaja el equipo en el que se quiere ingresar, y la posibilidad de ampliar hacia objetos que no tenían lugar en la academia de los ochenta, a menos que estés en un país con una tradición científica muy expansiva (pongamos, Estados Unidos), es bastante complicado. Y como el sistema de premiaciones se retroalimenta del académico, las chances de que una obra de SFF saque un premio de "Literatura", en general, son menores. Lo que contribuye a la doxa de que "no es literatura", porque no la estudian suficientes estudiosos de literatura, no saca premios literarios y encima se exhibe, si la querés comprar, en la batea de al lado (o en otro piso, muchas veces).

viernes, 19 de mayo de 2017

Vencido

Hace varios meses
eso que fuimos
cuando todavía salíamos
a hacer las compras juntos
cuando todavía volvíamos
a hacer la cama para dos
cuando todavía pensábamos
que había tiempo de sobra
eso que éramos
por los pasillos de un hipermercado
prosaico, monstruoso,
eso que éramos
por la eternidad del presente
de cristal de roca,
compró jugo en polvo,
líquido en seco,
sed a la sed.
Hace varios meses.
Queda, todavía,
más de media caja
de jugo en polvo,
de simulacro
vencido
para acompañar el almuerzo
solitario
deseando
esperando
que no me haga mal.

sábado, 1 de agosto de 2015

Hundido

Por ser la menor, el trabajo de trazar los tableros siempre le tocaba a ella. Podía patalear, protestar, lo que fuera, pero el derecho del primogénito a no hacer los diagramas de la batalla naval era inapelable. Si pretendía que su hermano jugara con ella, tenía que acceder a ser la que dibujaba por los dos. Así que Marina sacó de su mochila verde la carpeta de matemática, buscó su reglita de 15cm en la cartuchera, se sentó cruzada de piernas en el suelo y remarcó con birome azul los cuatro recuadros de diez por diez, dos para ella, y dos para su hermano. La hoja que peor quedó fue de ella. La otra, la arrancó y se la entregó a Ezequiel con su cuaderno de comunicaciones. Él la aceptó, y se sentó con la espalda apoyada contra el otro lado del pasillo frío.
En alguna parte, alguien tenía prendida la TV, y se adivinaban en el volumen bajo los alaridos de un conductor de programa de concursos. Por el amplio ventanal del final del pasillo casi no entraba luz ya, y las lámparas de tubo enfriaban lo poco que quedaba del último girón del verano en los baldosones de granito. Marina sacó el buzo verde del colegio de la mochila, se lo puso, y después levantó y juntó las rodillas para apoyar la carpeta y bloquearle la visión de su tablero a su hermano. Arrancó por ubicar el barco de cuatro casilleros, después ubicó los tres de dos, luego los dos de tres y por último desparramó los pequeños de un espacio.
— Arrancás vos —concedió Ezequiel.
— D5
— Agua. G4.
— Averiado. B8.
La TV lejana traía ahora el eco de un reggaetón que se perdía casi sin bajos, el fantasma de una alegría de estudio, lejana. Desde el otro lado del pasillo se escuchaban los estertores de una señora mayor que no parecía poder parar de toser.
— ¿Be o De?
— Be.
— Agua. G3
— Agua. G3.
— Agua.
La tía Esther salió de la habitación 404, y procuró esbozar una sonrisa para pasar entre los hermanos.
— Me voy a buscar un café, ¿quieren algo?
— Un café con leche y algo dulce, ¿puede ser?
— Dale. ¿Vos Ezequiel?
— No, gracias, tía, yo estoy bien.
— ¿Seguro?
— Andá tranquila.
Y el paso de la tía Esther se perdió primero por el pasillo de la izquierda, luego escaleras abajo.
— ¿A quién le tocaba?
— A vos, Eze.
— OK, F4.
— Buh, hundido.
— Chicos, bajen la voz, por favor —pidió la cabeza cansada de su madre desde la puerta de la habitación—. O vénganse a jugar acá adentro y cerramos la puerta.
— Hablamos más bajo. Igual la tele del viejo sordo de la 409 está más fuerte que nosotros, ma.
— ¡Ezequiel!
— Mirá si va a escuchar…
— Igual, no es modo de…
— Escuché que sonó el teléfono, ¿hubo alguna novedad de papá?
— Todavía no, hay que esperar.
— Tratá de descansar algo.
Ella apretó los labios y volvió a entrar en la habitación. La oyeron prender la televisión, bien baja, y cambiar interminablemente los canales. Marina estiró la pierna derecha para darle una patadita a su hermano del otro lado del pasillo.
— D7.
— ¡Qué puntería! Hundido. A5
— Agua. F4
— ¡Averiado! Te despertaste, Marina —ella sonrió—. B6
— Agua. G4
— Averiado…
— Ah, es uno de los grandes.
— C7
— Agua. H4
Escucharon el silencio repentino en la habitación 404 que indicaba que su madre había apagado el televisor. Marina imaginó el gesto ofuscado de apretar con demasiada fuerza el control remoto mientras su hermano respondía:
— Agua. D8.
— Agua. Poca puntería eh. E4.
— Hundido. E9
— Averiado.
— ¿Viste qué poca puntería?
— I9
— Hundido.
— Te cerré el culo.
— Está por verse. D9.
— Averiado. F6
— Averiado. ¿Vos me estás viendo el tablero?
— Te juro que no.
— Dale, Marina, que te conozco.
— ¿Cuándo querés que lo mire si lo estás tapando con las patas y no me levanté?
— Las piernas.
— Lo mismo.
La campanita del ascensor al abrirse. Y la tía Esther, haciendo equilibrio con cuatro vasos térmicos descartables.
— Te traje uno igual, Eze, la noche puede ser larga.
— Gracias tía — respondió él mientras se levantaba a ayudarla, con cuidado de dejar su diagrama de cara contra el piso. Marina tapó rápidamente el suyo para aceptar su café, y la barra de Nugatón que su tía había sacado de un bolsillo de su campera deportiva.
— Gracias tía. ¿Seguimos, Eze?
La tía Esther volvió a perderse adentro de la 404. Cerró la puerta, y escucharon el rumor casi indiscernible de voces, el reporte que la tía había podido obtener abajo.
— Bueno, E3
— Agua. ¿Te olvidaste del averiado?
— Uh, sí, ¿no lo puedo cambiar?
— No, ya te dije que agua. E6
— Hundido. E9
— Averiado. D9
— Agua. ¿F9?
— Hundido. B6
— Agua. E6.
— ¿E o Be?
— E de Ésta.
— Averiado —tomó un largo sorbo de su café caliente, y mordisqueó su chocolate antes de agregar— ¿G7?
— Averiado —Ezequiel hizo gesto de quemarse con el café, y lo revolvió como pudo con la ínfima palita de plástico que su tía había traído para mezclar el azúcar— D6
— Agua. G8
— Averiado. E6
— Averiado. G9
— Averiado.
— ¡Uy, el grande!
— Y sí, es el más fácil de ubicar, salame. E7
— Agua.
— Putamadre —y se rascó con gesto nervioso los pocos pelos largos que hacía bien poco que le crecían en el mentón.
— G10
— Qué sorpresa, hundido. E5
Nuevamente la campanita del ascensor
— Hundido.
— ¡Ja!
La que pasó esta vez no era una de sus tías, sino una enfermera bajita, entrada en carnes y en años, con un guardapolvo celeste pálido y rostro cansado. Golpeó en la 404 antes de entrar.
— H3
— Hundido —llegó a decir Ezequiel, antes de que lo silenciara el frío del llanto repentino de su madre, y la tía Esther que salía a la puerta de la habitación, a mirarlos y negar lentamente con la cabeza, cubriéndose la boca y la nariz con la mano.
Él se puso de pie enseguida, su hermana tardó en pararse y dejar caer la birome azul y el tablero del partido prácticamente ganado al suelo. Se abrazaron en silencio, acompañados por los sollozos de su madre y su tía, y el eco lejano de una propaganda de quitamanchas.

viernes, 23 de enero de 2015

Perséfone



Dicen algunos que es la seca de este año, que esto no es lo normal, que el año pasado no fue así y el que viene seguro mejora. Otros, más pesimistas, dicen muy seguros que es porque en las sierras se está terminando el agua. Que es un desastre ecológico sin precedentes, que es el cambio climático, que los ríos no suben, que es la minería, o el agro, o que el agua se la llevaron los extraterrestres para hacer un dique donde mojar las patitas allá abajo en Erks y hay que prenderles sahumerios para que la devuelvan. Qué se yo. Lo cierto es que todos los pelotudos como yo que vinimos por los arroyitos acá estamos, secándonos como lagartos al sol al lado de cauces que casi no tienen agua, un poco de barro nomás, con un calor de los mil infiernos. Y los tanques de las hosterías se vacían y no llegan a recargar, tampoco. Un horror. Ya me pasó los primeros días en Capilla del Monte, había que apurarse para bañarse en los horarios en que llegaba agua a los tanques.
Por lo menos parece que más o menos la pegué con la segunda semana, cuando me fui de Capilla. Resulta que el hostel pedorro en el que reservé, por algún error, sobrevendió plazas, y como más hospedaje disponible no hay en el pueblo, arreglaron con una vecina que tiene dos cuartos para que me alquile uno al precio pactado. Saqué un cuarto individual al precio de una habitación compartida con cinco patasucias, golazo. Y la señora Adela, la dueña de casa, aparte de tener mucho tanque de agua para poca gente, cocina como los dioses. Qué desayuno de tostadas gomosas con café de termo, no, ahí es pan casero caliente con mermelada casera, y café de cafetera Volturno recién hecho.
Parece que no hace tanto que alquila el cuarto para turistas, y obviamente, doña Adela tiene más de ochenta, no sabe ni prender una computadora, así que arregla in situ según van cayendo visitantes al pueblo.
Ah sí, justamente, eso te iba a contar. Resulta que la señora tiene dos cuartos, pero alquila uno solo, el más chico. “La habitación de huéspedes”, que le dice. La otra, la deja cerrada toda la semana. Si le preguntan y se lo piden, mira con los ojos muy grandes, y dice “cómo voy a alquilar el cuarto de Paulita, usté está loco, ¿no?”
“Paulita no va a volver, señora”, le repetía en voz bien alta, cuando perdía la paciencia, el dueño del hostel, un gordo roñoso hijo de puta, que no lo debe querer ni su vieja. “A Paulita se la llevaron y no la van a devolver”.
Sí, esa conversación me tocó el primer día. Le quería encajar un rosarino que llegó un poco después que yo y tuvo menos suerte. No, no consiguió la habitación de Paulita. Se tiró el lance de tirar una bolsa de dormir en mi cuarto, pero ni ahí, te imaginarás que si conseguís el paraíso no te dan ganas de compartirlo con un rosarino narigón que seguro ronca como un aserradero a las ocho de la mañana.
Al final doña Adela lo terminó aceptando, sí, pero en el sofá, con su bolsa de dormir. Menos mal que dije que no, medio desastroso el tipo. Buena onda, pero una roña. Y roncaba, sí. Las narices no mienten.
De Paulita, Adela nos explicó, todas las veces que la dejamos hablar, que era su hija, que tenía veinte años, y que estaba estudiando y trabajando en Córdoba capital. Insistió en que volvía los fines de semana, y en que el gordo del hostel (no me acuerdo cómo se llamaba, ¿Francisco? ¿Franco? era un nombre horrendo con efe seguro) era un guarango y un malagradecido. Después volvía a insistir en que había que escucharla cantar y tocar la guitarra a Paulita, que ya íbamos a ver. Con Pablo, el rosarino, supusimos que la vieja estaba medio pirada. Digamos, como te dije, la señora debía tener unos ochenta y cinco por las tapas, ¿qué la tuvo, a los sesenta, por milagro como Sara? No está en edad ni para tener una nieta de esa edad.
Pero el viernes, a las nueve de la noche puntual, escuchamos unos golpecitos rítmicos en la puerta, casi que melodiosos, Adela fue a abrir, y vimos finalmente entrar a la famosa Paulita. La vieras. Bah, las vieras. Porque doña Adela también pareció cambiar. Es como si las décadas se le hubieran ido de los hombros, no sé. Dejó el bastón por ahí, y se apuró a servir otro plato de ñoquis al lado de los nuestros, mientras nos presentaba con una sonrisa, “Paulita, estos son Leandro y Pablo, y son nuestros huéspedes este fin de semana”.
Paulita… Eh… Sí, para qué te voy a mentir, era hermosa. Unos ojos color miel preciosos, el pelo hasta la cintura, y un cuerpo que ni te cuento. Pero es como… A ver, no sé decir bien en dónde estaba la cosa, si en el corte de la blusa o de los pantalones, algo en la forma de maquillarse, ni idea. Pero es como si la hubieran sacado, no sé, de un álbum de fotos del año del petardo. Algo así. Cenamos con ella, hablamos un poco, nos prometió llevarnos al día siguiente a un arroyito que efectivamente conserva una cantidad razonable de agua. Después, cada uno a su cuarto.
No, no pude ver mucho de su cuarto. Un vistazo rápido cuando entró, nada más. La guitarra, muchos libros, una colcha de parches de lana sobre la cama.
Y sí, al día siguiente desayunamos los tres bien temprano, y ella nos llevó a campo traviesa primero, sierra arriba después, sierra abajo por un sendero de tierra, y terminamos en un arroyo con unas ollitas geniales. Ella se sacó la remera, había llevado una malla enteriza a lunares.
En fin. Doña Adela nos había preparado sánguches, pasamos todo el día ahí, y para cuando volvimos ya estaba cayendo el sol. Yo me quedaba hasta el lunes a la mañana, así que el domingo quise repetir. Nos acostamos temprano, y al día siguiente nos fuimos al arroyo, yo con mi ukelele y ella con su guitarra. Vieras la gracia que le hacía a la mina el ukelele, cualquiera diría que nunca había visto uno. Rosario no vino.
Qué se yo, la pasamos bárbaro. Nos zambullimos, nos secamos, comimos sánguches de peceto y berenjena, tocamos un rato (lo de que toca como los dioses es cierto, eh), hablamos bocha de libros y de política… No, no pasó nada. Yo quise, ella no. Todo no se puede. Bah, ahora en retrospectiva no sé. Por ahí mejor.
En fin, el domingo a la noche se fue, así medio de golpe como vino. Doña Adela volvió a ser una anciana y la casa se quedó en silencio. Un silencio pesado, incómodo, distinto del de los primeros días.
Yo me fui al otro día, sí. Desayuné, preparé la mochila, y me fui a la estación. Me crucé con el gordo Franco (¿o Francisco?) en la estación, me preguntó con toda su amabilidad falsa cómo la había pasado. Le dije que bien, que Paulita nos había llevado a Pablo y a mí a unas ollitas copadas. No sé, me miró muy raro. “No sé quién te llevó ni adónde, pibe, esa señora hace más de treinta años que no tiene hija y no hay agua a veinte kilómetros a la redonda”, me dijo. Me puso una mano en el hombro, me indicó que mi micro estaba para salir, prendió un pucho y se fue a la mierda, así, sin saludar. Gordo forro.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Epitafio de Seikilos



Tengo que hacer, alguna vez, una versión de esto, que aparte de ser la canción más vieja que tenemos es una hermosura.





 

lunes, 3 de marzo de 2014

La casita en el bosque


Yo soy la sombra que en tus sueños ves
tiembla y retuércete
en lagunas negras báñame.
It’s them! Huye y escóndete
tu muerte será más cruel.
Melisa Marti (Las Fantásticas Pupés), "Ciné B"

El viaje es tranquilo, el día despejado y los cabellos jóvenes relucen con los parches de sol que entran por las ventanillas, mecidos por el bailoteo de cabezas que se mueven al compás de la música en la radio. Hay que consultar mapas e indicaciones para creer que efectivamente hay que doblar ahí, en ese camino poco transitado apenas señalado por un cartel que indica con letras el nombre inequívoco de la dirección, y con óxido que el Estado claramente no suele preocuparse por ese rincón más de, cuando mucho, una vez cada treinta o cuarenta años. Eso no resta alegría a los viajeros: es verano. Hay sol. La naturaleza parece a la vez inmensa y amigable, un útero verde gigante en el que olvidarse de todo. ¿Qué podría salir mal?
El espectador, guiado por títulos inequívocos como The Evil Dead (Diabólico), Friday the 13th (Viernes 13), The haunting of Hill House (La maldición de Hill House), Hell House (La casa infernal), y The Shining (El Resplandor), y por, según sea el caso, posters o tapas que también dejan muy poco lugar para la confusión, no tiene prácticamente margen de error alguno.


Para seguir leyendo, click aquí




miércoles, 27 de noviembre de 2013

Revista Luthor #17

por Guadalupe Campos, Martín Azar
Interdisciplinariedad y caridad interpretativa en los estudios literarios

por Luis Beltrán Almería
Panorama de los estudios literarios

por Gustavo Riva
Una arenga para investigar las transformaciones de la ficción saliendo del hermetismo disciplinario

FANTÁSTICO, POLICIAL, RELIGIOSO, AMOROSO
por Mariana Valle
La voz del "otro" social en la literatura cordobesa.

por Rodrigo Baraglia
Sobre H.P. Lovecraft, la disyunción en el Ser, de Fabián Ludueña Romandini

jueves, 10 de octubre de 2013

9 de bastos


Leer un poco a Josefina Ludmer. La mina vivió en Estados Unidos. Pone dos palabras en Inglés a la página cinco, porque sí, y con error ortográfico: wellcome back. Y el futuro es un flash, y ya llegó hace rato.
Soy una medievalista principiante y enamorada. Pero desde que me recibí, y sobre todo desde que empecé el doctorado, rara vez leo literatura medieval (o estudios sobre textos medievales) en los tiempos que me dejo para lectura libre. En general leo literatura contemporánea (sobre todo argentina, seguida de cerca por esos géneros considerados menores como el fantasy o el terror), o teoría. En general vengo disfrutando más bien poco mis lecturas (salvo por alguna cosa de Shirley Jackson, Stephen King y Leonardo Oyola). Y dejo muchos libros sin terminar. No me queda claro si leo en el tiempo libre para descansar, o si me canso en el tiempo libre para disfrutar de las tardes tranquilas del Instituto de Filología, tan lleno de polvo y silencio.
Creo que voy a devolver Aquí América latina sin terminar.

miércoles, 5 de junio de 2013

Un tema colgado

En rigor, estuve en duda acerca de si incluir este borrador en el pequeño rejunte lo-fi que anda linkeado en el post de abajo. No lo hice porque en realidad esto fue hecho para otro proyecto, para hacerlo con otra gente, en otro contexto, con mucho más trabajo. Pero bueno, fue quedando en mero proyecto por mucho tiempo.
Calculo que voy a subir una versión mejor de este (que como escucharán en esta grabación de hace algo más de un año tenía hasta partes sin definir) y de algunos otros temas del rejunte de abajo en no demasiado tiempo.



 

jueves, 7 de febrero de 2013

Borradores Caseros

Como saben, una de las cosas que suelen caer a este pobre blog son grabaciones caseras de canciones a medio terminar, grabadas con la peor tecnología disponible para la fecha (nunca suenan mejor de lo que sonaría un cassette puesto en un radiograbador, y eso con mucha, mucha suerte). Para quien le interese hacer la experiencia de escucharlas de corrido (junto con un par de extras que nunca subí acá), hice un paquetito que pueden descargar cómodamente aquí.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Pero eso parece ficción

"Existe un mundo real, claro, y tenemos versiones basadas en el lenguaje que expresan de diversas maneras nuestra relación como comunidad humana con él. Negar por completo su existencia y la relación entre lo real y la experiencia humana es un giro muy simpático para producir papers en serie, pero poco útil a la hora de fabricar la computadora en que el teórico los escribe. Aunque sí es cierto que, desde nuestro punto de vista humano, sólo podemos acceder a versiones parciales con distintos niveles de contradicción, es cierto que se trata de versiones que, como mínimo, nos permiten funcionar. De esas versiones, algunas son aceptadas como válidas (actualizadas), otras como caducas (versiones que fueron consideradas válidas en el pasado, como el mundo explicado según dioses griegos), otras consideradas falsas, y otras sencillamente consideradas ficcionales.
Es claro que no pedimos lo mismo de una buena mentira que lo que exigimos para una ficción funcional, y allí es donde Goodman, Lewis y Doležel pierden algo de poder explicativo. Hay universos pensables en los que podemos situar ficciones completas que, sin embargo, distan de ser comparables con la más locamente contradictoria de nuestras versiones del mundo real: evidentemente, somos menos exigentes con la verosimilitud a la hora de crear un pacto de lectura ficcional que a la de creer una pretendida versión de la realidad. Hay universos muy coherentes que, sin embargo, poseen un número demasiado elevado de elementos inexistentes en ninguna de las versiones aceptadas como reales, y que por lo tanto pueden ser considerados ficciones eficientes, pero mentiras deficientes"

lunes, 12 de noviembre de 2012

Todas las voces

Hoy, en el colectivo, buscando algo en un cuaderno que uso para cosas completamente misceláneas hace un par de años, di con este relato. No tengo ningún recuerdo en absoluto de haberlo escrito. Ninguno. Es probable que esté incompleto y que formara parte de una idea mayor, pero no tengo modo de saberlo, y hay algo ominoso en su condición fragmentaria que me disuade de intentar integrarlo a otra cosa.  No hay marca alguna que indique cuándo lo hice, podría ser de cualquier momento entre 2009 y ayer. En la página anterior, hay unos apuntes de un grupo de estudio anterior a la mera existencia del grupo que dio origen a Luthor. En la posterior, notas del ENEL 7. Ya eso mismo es raro.


La luz entraba sucia por la ventana cerrada. Podría haberse preguntado si alguna vez la habrían abierto, pero ya no perdía el tiempo en ese tipo de nimiedades. Porque no le quedaba mucho. Así que prefería ver la manera en que los rayos grises que la lluvia le dejaba esta vez jugaban con los hielos de su vaso, y discutir mentalmente con los ausentes. Porque era el último que quedaba y alguien tenía que encargarse.

El primero había sido Rodolfo, y la primera voz en partirse para no romper el quinteto había sido la de Silvio. Después se había ido Jerónimo, y sin que nadie se lo pidiera Gaspar, que no en vano era su primo, se había duplicado para no dejar huérfanos los comentarios un tanto ingenuos del perdido. Cuando le tocó a Silvio, los dos restantes se limitaron toda una tarde a mirar la mesa en silencio y a tragar cantidades inusuales de whisky barato. Pero ya para la reunión siguiente Gaspar se quedó con la seriedad de Rodolfo y él, por vez primera, con la aguda capacidad observadora de Silvio.

Y cuando por fin se fue Gaspar, no le quedó otra que hacerse cargo de todas las voces huérfanas. Con mejor o peor suerte, de acuerdo con el día.