sábado, 17 de octubre de 2009

Un par de horas después de ver El secreto de sus ojos

(Algunas aproximaciones)


A) Del análisis detallado de lo político se encargó mucha gente. No tengo nada particularmente original para aportar al respecto. Si esperan leer eso, justo hoy salió una nota de Carlos Gradín en Planta que lo toma, y con la que de alguna manera dialogo un poquito en el final de esta aproximación.


B) Creo que la forma más sencilla de caracterizar la película más o menos esquemáticamente puede ser relacionarla con Los Simuladores. Aquella serie había sido tal vez la forma más cerradita de algo que se podría calificar como una forma de narrar frecuente en la televisión nacional (no tanto en el cine), y que se puede definir como la resolución atípica de un problema desesperado y difícil pero corriente con la intervención de agentes corrientes, piezas normales movidas de forma poco común.
En un principio el parentesco del funcionamiento de este tipo de narración con la estructura usual de un policial puede despistar: también hay un "caso" a resolver, pero el enigma, de haberlo (y en El Secreto... lo hay), dura poco. El problema no es cómo armar el rompecabezas, sino qué cuernos hacer con él para que deje de ocupar un metro cuadrado de living. Si hay datos que se le escatiman al espectador y mantienen la atención hasta el final, tienen que ver con conocer aquellas movidas, no con el tristemente conocido tablero.

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C) No, evidentemente El secreto... no es un canto a la justicia por mano propia. Como no lo era Simuladores. Más bien, en la dupla Morales/Espósito ya desde el mismo nombre de los personajes se juega con el dilema de los caminos posibles para subsistir con la impotencia de quedarse solos frente al callejón sin salida de un sistema fallido que no permite volver al orden inicial como en un policial clásico: esa posibilidad está obturada, sólo quedan el sacrificio en pos de reinstaurar un sistema de retribución que parezca dotar de alguna clase de sentido a la conciencia del bien y del mal en una situación desesperada (Morales), o el desperdicio de una vida en la impotencia de la resignación (Espósito).
Es la base problemática de la memoria como concepto político (y no me refiero nada más a la Memoria del 76-83): es un rompecabezas de un metro cuadrado, conocemos lo suficiente del enigma, pero nada de lo que se haga con él puede ser satisfactorio por completo. Implica una postergación eterna de una retribución que nunca será suficiente, una mutilación moral que nunca se resuelve del todo. El más feliz de los finales no invalida la memoria, sólo evidencia su carácter de virgen temible.

lunes, 12 de octubre de 2009

Sobrecarga de ornatos dorados

Tengo que confesarlo: me moría de ganas de tener un librito de estos.


Tardé en decidirme: no quería comprarme una traducción de algo que pudiese leer en lengua original, ni me decidía con gastar en algo que ya hubiera leído. Y en casi todas las mesas de saldos en las que encontré la colección, eso pasaba con todos los títulos relativamente interesantes.


Además, claro, de que subieron de precio alrededor de un 50% desde que los mandaron a saldos, vaya uno a saber por qué.


Hubiera querido que alguien me regalara uno de estos para mi cumpleaños, o para mi recibida. Siempre alenté la esperanza de que alguno se apareciera con los dos tomos de Fortunata y Jacinta en esta colección tan exquisitamente kitsch. Pero por alguna razón que desconozco se ve que soy un tanto intimidante como destinataria de regalos: son muy poquitos los que toman en cuenta su sentido del humor a la hora de comprarme algo.


Hoy, entonces, en el Parque Rivadavia, me decidí por este, . No circulan muchas traducciones de ese texto, que yo sepa, y Pushkin me gusta mucho.


Aparte, la escenita elegida para la tapa es impagable. ¿Alguno sabe qué es?