domingo, 26 de octubre de 2008

Laberintos

En una de las posibles vueltas encontradas para atribuir la autoría de la primera versión del Amadís de Gaula hay una que se pierde entre los matorrales de esta cantiga de refram, que  tal vez pertenezca a Johan Lobeira. Tuvo la mala suerte de que su versión gallego-portuguesa se conserve nada más en el cancionero Colocci-Brancuti (BN de Lisboa, ahora), lo que significa copistas italianos, tardíos, varios y con mejor voluntad que criterio. 
La cancioncita tiene bastante gracia, y aún más en la pequeña vuelta de tuerca que tiene su inclusión (en traducción castellana, con una estrofa de más y otra de menos) en la narración como se conserva actualmente: ahí Leonoreta es una nena chiquita, y el trovador es el mismo Amadís, que compone estos versos un tanto en broma y un tanto como mensaje cifrado para su verdadera amada, la hermana mayor, Oriana.

Senhor genta,
mi tormenta
voss' amor em guisa tal,
que tormenta
que eu senta
outra non m' é ben nen mal,
mays la vossa m' é mortal!
Leonoreta,
fin roseta,
bela sobre toda fror,
fin roseta,
non me meta
en tal coita voss' amor!

Das que vejo
non desejo
outra senhor se vós non,
e desejo
tan sobejo
mataria hũu leom,
senhor do meu coraçon!
Leonoreta,
fin roseta,
bela sobre toda fror,
fin roseta,
non me meta
en tal coita voss' amor!

Mha ventura
en loucura
que meteu de vos amar.
É loucura
que me dura
que me non posso én quitar.
Ay fremusura sem par!
Leonoreta,
fin roseta,
bela sobre toda fror,
fin roseta,
non me meta
en tal coita voss' amor!


viernes, 24 de octubre de 2008

Sin flequillo

La demostración práctica de que había manera de hacer algo con este formato.


No sé qué hago dedicándome a las letras, existiendo tan digna especialidad.

lunes, 20 de octubre de 2008

Veinte mil leguas de viaje en el tiempo

De chica solía gustarme mucho Verne. A los diez años mi estante (guardaba mis pocos libros aparte de los del resto de la familia) contaba con una buena cantidad de ellos, de los cuales algunos estaban en esta colección. Recuerdo haber escuchado y leído unas mil veces Viaje al centro de la Tierra (el único que conservé cuando, allá lejos y hace tiempo, por circunstancias largas de explicar, tuve que desprenderme de casi todos mis libros), con la hermosa gracia de ser una historia imposible, ciencia ficción clausurada en un univrso paralelo que no ocurrirá ya nunca.
También gasté Escuela de Robinsones, que fue la primera novela que leí sola, y que debo haber releído unas tres o cuatro veces (mucho para una nena) hasta el día en que el ovejero alemán que tenía por entonces afiló los dientitos de cachorro en el tomito de Biblioteca Billiken y no quedó mucho de él. Ese me da un poco de miedo retomarlo de adulta, me gusta demasiado en el recuerdo y sé que lo más probable es que me espere una decepción.
También habitaron mi estante y mis noches de infancia Un capitán de quince años, Dos años de vacaciones, Cinco semanas en globo (cuantos números en los títulos, recién en este catálogo de naves lo noto), y de la colección del de la foto El país de las Pieles, El testamento de un Extravagante y Los hijos del capitán Grant.
Volver a leer por primera vez una novela de Verne resulta, entonces, casi un regreso al pasado personal, al recuerdo agridulce de una experiencia estética que ya sólo puede ser el fantasma de sí misma. Puedo recordar mi regocijo ante las descripciones de barcos, paisajes y artefactos extraños, la curiosidad de una nena que tenía una afición especial por desarmar las radios y por poner cualquier cosa en el portaobjetos de su modesto microscopio. Pero esa puerta se cerró, y entonces las descripciones se hacen un tanto pesadas, artificiosas, pedantes, definitivamente lejos de lo que yo elegiría hoy para leer algo pasatista.
Hablando de eso, y en sintonía con el seminario de Vedda, en tren de completar mi colección vampírica de Anne Rice fui a buscar Pandora, comprado por internet. Es lo que pienso trabajar para la monografía cuando termine, una elaboración sobre interrogantes ya expresados anteriormente de manera muy rudimentaria en este blog acerca del curso que han ido tomando los monstruos en la ficción trivial.

jueves, 16 de octubre de 2008

STP Undead II

"Che, Mariel, qué tranquilo que está el público. ¿Mandamos para adelante?"

"Y, si te parece, dale"

La grabación (no mía, nunca sacaría mi cámara a un evento de estos; yo grabé un poco de audio pero mi mp3 no bancó los bajos y el testimonio es completamente inaudible) corresponde al único momento de un recital muy prolijo y tal vez demasiado tranquilo en el que hubo algo cercano a momentos de descontrol.


Para sacar a pasear al humano

-

¿Algo de trascendental importancia para hacer con tu tarde de sábado? 
¿No? 





Ya que estás, si pasás por ahí date una vuelta por el stand de CILC y comprate el 
Vamos a Rockearla (J. Daza y J. Crasci, con ilustraciones de Sala, Mr. Exes, etc.), 
que es un gran pequeño librito.

lunes, 13 de octubre de 2008

Spam

¿Quién puede confiar en una agencia de seguros spammer que, encima, se llama "Ocaso"?

viernes, 10 de octubre de 2008

Esto pasa cuando se supone que haga algo relativamente urgente

pero enormemente aburrido.


En una larga cadena de links, terminé colgándome con este jueguito. Debe haber unos cuantos, sé que mi ignorancia en materia de videojuegos es enorme. Pero ver algo tan decididamente bonito para jugar online no me había pasado nunca.
El juego en sí (de nombre Samorost, tiene dos versiones) se juega por point-and-click y tiene algo de naïf, de mutación rara, enormemente estetizada (y despojada de la moralina educativa barata), de lo que eran los juegos didácticos para chicos en pc allá lejos y en los noventa, esos tiempos extraños en los que tener una computadora en casa no era para cualquiera, y los juegos para adolescentes/adultos que podían encontrarse en una de las de un colegio privado católico de medio pelo no pasaban del Minesweeper. Razón por la cual todas las muchachas del mío nos solíamos colgar con los juegos para más chicos, que al menos eran bonitos.
Nunca faltaba la que abría el Factory y perdía todo el tiempo, por cierto.


El resultado visualmente recuerda un poco a El Viaje de Chihiro (todavía más, por lo que vi, en otro juego de la misma gente que no sale hasta el año que viene), con un enorme grado de detalle puramente esteticista, pero que no intenta crear una realidad alterna, sino más bien la ilusión de lo artesanal, del dibujo a lápiz.
De la experiencia misma de jugarlo, bueno, requiere una dosis grande de paciencia (o aburrimiento) y de tiempo que espero tener en otro momento.