Materia Scriptoria
El problema resulta, entonces, del hecho de que no todos los papeles, parece, son aptos para lapiceras de pluma. Uno tendría que poder preguntar: Disculpe, señor, ¿usted sabe si éste es apto para lapiceras de pluma? Pero inmediatamente vendría la mirada que no necesitaría palabras para comunicar el otro interrogante: Disculpá, piba, ¿vos de qué planeta saliste? Y por supuesto, los cuadernos no vienen con una etiqueta que avise: Ligeramente resistente a las tintas líquidas.
La solución, entonces, parece ser comprar un cuaderno de cada tipo. Invariablemente alguno de ellos va a tener el papel menos poroso, la tinta va a fluir mal, se va a entrecortar, va a hacer falta mojar la pluma de la lapicera con el carucho para que chorree un poco y funcione decentemente. Una vez cada quince minutos. Y encima hay que elegir bien la tinta. Porque, vaya uno a saber por qué razones físicas que no quiero indagar, hay tintas que corren más fácil que otras. Tinta Sheaffer verde con un cuaderno Mis Apuntes, por ejemplo, parece la combinación de materia scriptoria elegida por Satanás para castigar a los escribientes condenados al martirio eterno. O mejor todavía, imagino una cámara infernal en la que un profesor lanza datos como una máquina, hace un frío atroz y es totalmente necesario tomar notas con esa combinación maldita, porque los desgrabadores brillan por su ausencia.
Bah, para qué digo que lo imagino. Ya estuve ahí.