domingo, 23 de noviembre de 2008

Ver doble

Dos obras de teatro en dos días. Debe ser la primera vez en mi vida que hago eso. No recuerdo siquiera haber ido dos días seguidos al cine jamás. No sé por qué, pero normalmente elijo dejar pasar algún tiempo para digerir espectáculos audiovisuales.

Con los libros no me pasa, si termino de leer algo que realmente me haya hecho mudar de realidad por un buen rato enseguida siento la necesidad imperiosa de pasar a otra cosa, de ser posible lejana a la experiencia estética de la que vengo. Tal vez sea por eso que mi cultura libresca excede ampliamente a la dramática y a la cinematográfica, que rondan lo paupérrimo.

Pero esta semana ya había arreglado para ver 4.48 Psicosis de Sarah Kane el sábado cuando me llegó la noticia de que tenía dos entradas gratis para ir a ver Destino de dos cosas o de tres de Spregelburd el viernes. Y decidí tomarme esas dos pausas en un par de días de mucho trabajo, un poco para no enloquecer y otro mucho porque tenía ganas.

Es tarde y tengo sueño y necesidad de dormir y de levantarme mañana y de corregir montañas y montañas y montañas de trabajos de mis alumnos del colegio y eso hace que no pueda sentarme un buen rato y escribir y escribir y repensar lo visto para volcarlo en este espacio. Seré breve. Tendré que dejar apenas retazos. Hilachas de comentarios. Fragmentos de una entrada más larga condenada a no existir.

Igual, no importa mucho, se ha escrito más que suficiente sobre ambas puestas.

Acerca de Destino de dos cosas o de tres, es una puesta bastante pasable con algunos puntos altos, de una obra más bien irregular.

Pese a lo que puede parecer por las fotos que circulan por ahí, todas ellas arruinadas por un flash maligno, las decisiones de escenografía, vestuario y luces forman una combinación muy armónica, decididamente bonita. Acompaña muy bien el carácter absurdo-naïf del texto, que mezcla elementos claramente tomados de Ionesco (en el manejo del lenguaje) y de Genet (hasta en la sopa) con una resolución un tanto conciliadora. Y me detengo ahí porque no, señores, mejor no contarles cómo termina. Lo que es una macana, la verdad: todo lo que me queda para decir sobre el texto requeriría que me base en el final y vuelva hacia atrás. Suele pasar.

De las actuaciones, un poco desprolijas al comienzo (el texto no ayuda, también es un hueso duro al principio). En palabras de mi amigo Marcelo, que la fue a ver conmigo, durante los primeros diálogos más bien daba la sensación de que tiraban texto. Pero van repuntando sobre la marcha (sobre todo en el caso de Yazmín Schmidt). De los tres, el que se luce es Karamanian, el que hace de Dueño.

Igual, definitivamente me había gustado mucho más Acassusso.

Y me queda decir algo sobre 4.48 Psicosis.

Nunca había visto ni leído nada de Sarah Kane. Ni tenía mucha información sobre ella, más allá de algunos lineamientos estéticos. Creo que hubiese preferido no enterarme en la cola de entrada de que se mató, es el tipo de cosas que después cuesta dejar afuera en una obra como esta. Precisamente sobre una suicida.

Se trata de una obra un tanto complicada. Algo que pasa con Beckett a menudo, la densidad del texto pide a gritos una lectura, la posibilidad de volver sobre una frase a la que en una puesta se hace imposible volver, porque sale corriendo de escena atropellada por una horda de palabras que a veces parecen atacarse entre sí, y otras veces dejan ver sólo por un momento algún que otro puente de sentido que no termina de dar el tiempo para cerrar.

La actuación de Leonor Manso, impresionante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

aún no suben la fecha.... yo por lo pronto estoy sacando para una fecha en Santiago de Chile....