miércoles, 3 de marzo de 2010

¿Por qué a nosotros nos tocó Puán? Es injusto

(Tardecita en la facultad de Ingeniería, la sede de Las Heras. Click sobre las fotos para ver versiones más grandes. Al pasarles el mouse se pueden ver los títulos)



Smile, it's not over

Hace unos diez años escuché por primera vez la historia del supuesto suicidio del arquitecto Arturo Prins, por supuestas fallas de cálculo que hacían imposible terminar el edificio. Esta semana me enteré de que la historia real es bastante más prosaica: un conjunto de eventos desafortunados pero no irremediables (problemas para importar materiales por causa de la 1º Guerra Mundial, reforma universitaria y reclamos por seguridad edilicia que hicieron que el edificio cambiara de plano varias veces en el intermedio, un presupuesto que se aprobó pero vaya a saber a qué bolsillo fue a parar, la necesidad de inaugurarlo antes de que se terminara) hicieron que esta belleza neogótica originalmente pensada para albergar a la Facultad de Derecho quedara así: inconclusa, probablemente para siempre.
El arquitecto Prins se murió esperando que le paguen. Parece que los que cobraron fueron los herederos, y parece que fue bastante poco.

El castillo

Mientras tanto las palomas tuvieron casi todo el siglo XX y lo que va del XXI para hacerse las dueñas indisputadas de los recovecos sin terminar, de las ventanas sin revocar, del entramado etéreo de aberturas ojivales.

La luz baja las escaleras en puntillas

Y en los pasillos y las escaleras, muchachos espigados hablan de cálculos y de cómo conviene planificar el trazado de una autopista, o cuchichean bajito en las aulas con sus bancos anacrónicos y sus tarimas para los profesores.

Y allá afuera está Baires

Y las ventanas de vidrios mugrientos mantienen la ciudad del lado de afuera, contribuyen con su pátina de guano y polvo a la atmósfera general de irrealidad de las escaleras amplísimas.

Aula fuera del tiempo

Algún presentimiento debo haber tenido cuando, en el camino para tomarme el colectivo que me iba a llevar allá, me entró la idea de comprar un reloj pulsera, de esos que se consiguen a pocos pesos en la calle Libertad. Pequeña brújula para no terminar de perderme, para atarme a la muñeca la necesidad tranquilizadora de volver a casa a una hora razonable.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

cuanta belleza desparramada allá en las heras.

chicoverde dijo...

La última foto es monacal.
Está bien que los estudiantes de Ingeniería tengan un edificio sin terminar y los de Filosofía y Letras una ex fábrica de cigarrillos.

Lupe dijo...

Chuc: sobre todo por lo de "desparramada"

Chicoverde: A mí se me viene más la idea de una escuela catedralicia, pero sí tiene algo un tanto gloomy. Más todavía cuando la saqué, que no habían empezado las clases y había más bien poca gente.