jueves, 23 de agosto de 2007

Mesa de saldos

Me encantaría saber quién metió éste en una colección de novelas históricas. A veces se me da por imaginarme un editor con un par de dedos de frente, aceptándola a título de chiste privado, y otras me imagino a Manolito de grande considerando que título de novela histórica + una cuota de inocultado feminismo = unos euritos pa'l bolsillo.
En todo caso ya no importa, lo que queda es que lo publicaron, que por alguna serie oscura de motivos buena parte de esa colección hecha para un diario español terminó en nuestras costas, que a la librería Los Cachorros (actualmente les queda una sola sede porteña, en Díaz Vélez al 5000, ahí nomás de Parque Centenario) se le inundó un depósito y que la secuencia de todas esas causalidades absurdas hicieron que Casandra de Christa Wolf esté ahí, en varios ejemplares con vestigios de vieja humedad, a cuatro pesos. La mesa, por causa de ese mítico diluvio, suele presentar cosas más que comprables (alguna vez hubo buena parte de la obra de Proust al mismo precio), pero eso es una historia aparte.
Volviendo al libro de Christa Wolf, que leí hace bastante poco, se trata de una suerte de Ilíada feminista, un canto quejoso a los espacios privados para el que basta como muestra el botón de la aparición constante de referencias a la diosa Cibeles esparcidas por todo el texto. Pese a todo esto, resulta un libro interesante, una escritura que consigue mantener su buen efecto de tensión en un relato que no cuenta con la facilidad de la sorpresa (todos sabemos cómo termina Troya, qué le pasa a Agamenón con Clitemnestra, etcétera) más que en el escasísimo margen de posibilidades de variación que permite el cambio de género y de punto de vista. Es una novelita decente, que se lee bastante rápido, y por la que vale la pena gastarse esos cuatro mangos.

2 comentarios:

ajsoifer dijo...

Parece que pegó el post "Recomendaciones de libros de saldo"

Lupe dijo...

No se me había ocurrido la intertextualidad bloguera, pero si lo que querés es un pago de derechos avisáme la próxima vez que nos crucemos y te pago una birra.