miércoles, 17 de octubre de 2007

Gajes de la videoconferencia



Lo que se siente cuando uno tiene una videoconferencia es bastante particular. Supongo que para los que tenemos arriba de veinte y crecimos en un mundo en el que las computadoras eran algo de elite esto debe ser más pronunciado. Tenemos la ventaja de disfrutar de los beneficios de estas cosas sin perder la extrañeza, la sensación de antinaturalidad que se merecen.
Por ejemplo, uno por lo general es totalmente inconsciente de los propios gestos. Menos que menos cuando se habla. Pero en una videoconferencia, la pantallita con la imagen propia está ahí abajo, y uno la va mirando mientras mira al interlocutor. Lo que produce un efecto que en la vida no cibernética sólo en escasísimas ocasiones se consigue tener: una conversación más o menos natural frente a un juego de espejos desviados, en los que se puede sorprender la forma de un movimiento que hacemos sin encontrar la distracción de la propia mirada, el ángulo un tanto armado que uno pone cuando se encuentra frente al cristal de un espejo.
Un efecto colateral de la videoconferencia entonces es que se puede caer en la cuenta de pequeños gestos que hacemos, de detalles de nuestra imagen que normalmente pasan desapercibidos. Darme cuenta de que estoy un poco más flaca, por ejemplo, que no me viene nada mal. O de que tengo una tendencia a inclinar la cabeza para la derecha cuando me río.
Es normal, de mucho estar con la misma gente a uno se le pegan cosas: gustos, giros de lenguaje, determinado vocabulario común, cierta bolsa de presupuestos para manejarse que se van haciendo compartidos. Es casi imposible ver lo que los otros toman de lo nuestro, porque uno no tiene mucha conciencia de la gestualidad propia. Pero es cosa de todos los días sorprender en alguien que uno conoce bien un gesto que viene de otra parte, a menudo reconocible también. La videoconferencia en el msn es un sitio privilegiado para tomar conciencia de los propios gestos, y entonces detectar estas cosas en uno mismo, eso que sólo de tanto en tanto vemos en el vocabulario, las cosillas del comportamiento de los que queremos que se van pegando a las propias.
Y en esto, vuelve la videoconferencia, la imagen de mí misma en versión liliputiense que me permitió sorprender de corrido dos gestos (un tipo particular de mirada, y una cierta forma de inclinar el torso y de pasarse al mismo tiempo una mano por la frente en un ángulo determinado, a una determinada velocidad) que reconozco muy bien. De ahí, inmediatamente pude tener la imagen bien rápida de su procedencia, con el cambio de ángulo. No sin cierta sorpresa, tengo que admitirlo, me di la cana usando, uno atrás de otro, dos gestos de un amigo.
He ahí la diferencia con la ciencia ficción, en donde los conferenciantes pueden mirarse a los ojos, y no tener que pensar en estas cosas.



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