sábado, 17 de noviembre de 2007

Elogio del Recauchutaje

Para ser un buen recauchutador hay que tener un talento especial. No se trata de levantar un marco en la calle y hacer una pátina que enseñaron a hacer en Inutilísima (un inconfesable que un porcentaje mucho mayor que el de la gente que lo admite ha hecho alguna vez), no. Eso se llama "restauración", hay que dejar a las cosas toda la carga negativa de su nombre.
El recauchutaje es algo mucho más noble. Consiste en tomar lo que ya fue desecho para otro y hacer con ello algo que cumpla alguna finalidad, sin por ello perder su condición de resto, de cosa con vida prestada, muerto viviente que se dedica a preparar café para los presentes.
Nótese, por ejemplo, el simpático ejemplo de recauchutaje que nos acompaña: el negocio en cuestión, una feria americana (uno de los lugares preferidos para las investigaciones de los recauchutadores), aprovechó la decoración en mal estado de los inquilinos anteriores, en una clara recauchutada. Todo lo necesario está presente: el mal estado del elemento recauchutado, su falta de conexión con lo que lo rodea y, encima, el globito que lo justifica todo, el chispazo que le da vida al monstruo de Frankenstein y que es capaz de hacerme gastar plata en mandar una imagen de celular a mi casilla de correo, con lo caros que están los MMS.

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