sábado, 29 de septiembre de 2007

Yu-Gi-Oh


No sé la cantidad de veces que mi primito habrá tratado de enseñarme a jugar con cartas como las de la foto. Después probó con las de Pokémon, que son algo más entendibles. Al final, el resultado termina siendo siempre el mismo: termino dándome por vencida, tener una regla y cuatro variables por carta, y para más un mazo de unos cien naipes, todos distintos, es demasiado para mi pobre capacidad de retención inmediata, que gracias que llega a hacer los cálculos necesarios en un buen partido de canasta.
Quitando eso, la estética de estas cartas (no así las de Pokémon, que son decididamente feas) siempre me resultó atractiva, con sus monstruos elaboradísimos y sus reflejos holográficos. Fue por eso que cuando vi cinco ejemplares de estas cartitas regados por Pedro Goyena, pensé que harían buenos señaladores y me dispuse a levantarlos.
Entonces miré los significados.
No pude dejar de notar la magic card que puse del derecho en la foto, ese llamado de emergencia que tan pero tan bien parecía encajar con el que fue, en todo lo demás, mi peor día en mucho, pero mucho tiempo.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Corrientes

Hermoso, derruído, con sus increíbles negocios de la planta baja que parecen ignorar limpiamente lo que tienen encima, con esa bandera argentina que estaría dispuesta a creer que fue colgada por alienígenas (no podría imaginar a nadie saliendo de esas ventanas, obvia propiedad del abandono), he aquí un edificio que siempre me produjo una atracción helada. Siempre que lo miro (y hace años que me clava los ojos en el borde de la ventanilla del 146) lamento no poder fotografiarlo antes de su inminente derrumbe. Pero se sostiene, como los elefantes en la tela de una araña, y por primera vez pasé de a pie y con mi flamante celular con camarita por enfrente.
Si hay gente con mucha paciencia que siga el blog y haya bajado hace siglos No Balance Palace de Kashmir, o si hay público de esa banda por aquí, que abra el track "Black Building" y mire la imagen con atención.

martes, 18 de septiembre de 2007

Eso que siempre estuvo ahí


Nos acostumbramos a pasar cosas por alto, puede que demasiado a menudo. Nos acostumbramos a olvidarnos de cómo, dónde, por qué y qué tenemos tirado alrededor nuestro, a no ver más allá de lo que necesitamos ver.
Pero hay momentos de reconocimiento, que recortan la forma de lo bizarro, dibujado con un dedo fino en el límite incierto entre lo siniestro y lo ridículo.
Es uno de esos momentos para percibir los pequeños engendros que rodean la vida cotidiana el que impulsa este post innecesario, a saber, la extraña sensación de que podría haber pasado todo el resto del año sin notar con plena conciencia las palabras escritas en ese almanaque y sin escribir ese pequeñísimo epígrafe que lo reincluye en mi universo, de no ser porque hoy (tengo que reconocerlo) di clases en un estado de cansancio tildoso que me dejaba volar fuera de las consideraciones estrictamente necesarias, léase, fijarme cuántas semanas le restaban a una alumna nueva antes de su examen decembroso.


lunes, 10 de septiembre de 2007

Y seguimos con música

Cada tanto me harto de escuchar música con los parlantes de la computadora, y prendo mi equipo Philips. Se trata de un aparatejo viejo y mañoso que tiene sus días, al que hay que pedirle permiso, tratarlo con cariño y rogarle para que no salte demasiado. Pero cuando se porta bien el sonido es bastante aceptable, mucho más que estas dos cositas plateadas y negras que me vinieron con la computadora y que todavía no me dio el presupuesto para cambiar.
Hoy pasó. Grabé un cd en formato audio para pasarlo allá y seguir estudiando. Y cuando comprobé que mi equipo (probablemente debido a la sequedad del ambiente producida por el aire acondicionado, prendido por el raro calorcito) tenía un buen día, me puse a rebuscar en mis viejos compactos. Tengo una cartuchera completa de cosas que me grabó mi hermana el año pasado, cuando ella en su casa tenía internet y grabadora de cds y yo seguía escribiendo en wordperfect con mi fiel 486, bien lejos de estos demonios distraegente. Un gusto algo inconfesable que comparto con ella es el de escuchar cada tanto a ciertas banditas de aquel fenómeno muy mtv de hace unos años que dio en llamarse nü rock. Bien, di con un disco de Staind que ella me pasó y que debo haber escuchado entero, cuando mucho, tres o cuatro veces en la vida, que se llama Break the Cycle. Ahí, luego de un rato de concentración en un texto de Bataille, cuando me paré a prestarle algo de atención a lo que había puesto reparé en este tema:



Y ahí entonces vino el recuerdo de por qué había grabado ese compact. Es un himno a lo trillado, a lo repetido, a lo hecho dos millones de veces, pero con gracia. Como uno de esos chistes que nos hacen reír la quincuagésima octava vez que los oímos, hay secuencias que distan años luz de ser originales, pero aún así siguen produciendo algo. Una sensación casi física que recuerda que somos animales de costumbre, que parte del placer estético (y no pequeña) radica en estas combinaciones que ya tenemos tan incorporadas que ingresan por otros medios a nuestra conciencia, el código occidental para las emociones que a veces nos hace falta.



A quien no se le mueva un pelo con ese tema que tire la primera piedra.

Para no nombrarte

En lo que ando esta semana



Aparte de que es un borrador con todas las de la ley la grabación se escucha horrible, ya sé. Pero el filtro de ruidos del Audacity hoy tiene un mal día y me distorsiona todo, así que como es un poco tarde y también se supone que trate de sentirme un poco más responsable y de terminar de leer uno de los textos de la bibliografía sobre el marqués de Sade prefiero dejarlo así.
Tengo que trabajar un poco sobre la letra, que tiene cosas que no me convencen. Y a mi entender hay algo en la música que deja ver una cierta falta de coherencia (o de sustancia), tengo que ver cómo lo resuelvo.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Un universo propio

a woman must have money and a room of her own if she is to write fiction

Bien, Virginia, coincido con lo de la plata. Pero con el cuarto no alcanza.


Me di por vencida, por primera vez desde que (mientras escribo esto: "decíme cuando pueda chequear mis mails") empecé a pasar los caóticos borradores manuscritos de la novela que estoy tratando de terminar ("¿viste el quitaesmalte y el cortauñas?") con la máquina. No hay caso. Cuando la cosa se me complica necesito ver las cosas en un papel, poder tachar, anotar, hacer enchastres. Me dispuse a imprimir las 92 páginas que llevo pasadas, que corresponden a las líneas centrales que llevan el relato (el mp4 que tengo que usar para no escuchar a las cohabitantes de la casa bufar por lo que escucho, que está fallando y tengo que cambiar esta semana, empieza a andar en mono, y hace falta golpearlo un poco); hay que aclarar que todo lo que tengo que pasar son textos y episodios intermedios, una inmensa cantidad de ellos. Mientras la impresora escupía páginas en calidad borrador, mi benemérita madre me vio fuera de la silla y entró a usar la computadora. La impresión, por error mío, falló. Tuve que esperar a que ella hiciese una pausa. Con la máquina lenta por un disco demasiado lleno y una ridícula cantidad de ventanas y programas abiertos, todos en uso por alguna de las tres, volví a imprimir lo fallado, y me dispuse a hacer las tareas de reordenamiento y corrección que quería. La computadora fue rápidamente ocupada de nuevo.
(Conversación lenta, detrás, sobre temas banales, no del mejor de los humores, ninguna de las tres lo está)
Intenté volver a la máquina. Esperé largo rato a que la máquina se desocupe. Me senté. "¿Qué querés comer?" "No sé, decidí vos". Una línea. Dos. Tres. Una corrección. "¿No me llegó nada?" "No" "¿No me cerraste el messenger, no?" "No". Cuatro. Una corrección. Dos. "¿Pero no escuchabas que te estaba hablando" "Perdón, no, me estabas hablando desde la cocina, así no escucho" "No escuchás cuando no te conviene. Dejá, ya bajé la basura yo". Puta madre, me perdí. Adónde iba. Ah, sí, era por acá. "Pero no me dijiste qué querés comer" "Me adapto, lo que quieras vos, que tenés más problema". Discusión de cinco o diez minutos. Vaya uno a saber por dónde iba. Di un rápido manotazo a mi mp4 (al lado mi hermana me mira, y se pasa una mano por el cuello; se da vuelta y se va, pero no se aleja mucho) y me tuve que ir a trabajar a la cocina. Volví. Mamá en la máquina. Teléfono. Para ella. Raudamente ocupé la máquina. Me puse a escribir este post a las apuradas. Salió mi hermana de bañarse.

No alcanza con un cuarto propio. Eso, aunque parezca mentira, lo tengo. Hace falta mudarse de universo.