a woman must have money and a room of her own if she is to write fiction
Bien, Virginia, coincido con lo de la plata. Pero con el cuarto no alcanza.
Me di por vencida, por primera vez desde que (mientras escribo esto: "decíme cuando pueda chequear mis mails") empecé a pasar los caóticos borradores manuscritos de la novela que estoy tratando de terminar ("¿viste el quitaesmalte y el cortauñas?") con la máquina. No hay caso. Cuando la cosa se me complica necesito ver las cosas en un papel, poder tachar, anotar, hacer enchastres. Me dispuse a imprimir las 92 páginas que llevo pasadas, que corresponden a las líneas centrales que llevan el relato (el mp4 que tengo que usar para no escuchar a las cohabitantes de la casa bufar por lo que escucho, que está fallando y tengo que cambiar esta semana, empieza a andar en mono, y hace falta golpearlo un poco); hay que aclarar que todo lo que tengo que pasar son textos y episodios intermedios, una inmensa cantidad de ellos. Mientras la impresora escupía páginas en calidad borrador, mi benemérita madre me vio fuera de la silla y entró a usar la computadora. La impresión, por error mío, falló. Tuve que esperar a que ella hiciese una pausa. Con la máquina lenta por un disco demasiado lleno y una ridícula cantidad de ventanas y programas abiertos, todos en uso por alguna de las tres, volví a imprimir lo fallado, y me dispuse a hacer las tareas de reordenamiento y corrección que quería. La computadora fue rápidamente ocupada de nuevo.
(Conversación lenta, detrás, sobre temas banales, no del mejor de los humores, ninguna de las tres lo está)
Intenté volver a la máquina. Esperé largo rato a que la máquina se desocupe. Me senté. "¿Qué querés comer?" "No sé, decidí vos". Una línea. Dos. Tres. Una corrección. "¿No me llegó nada?" "No" "¿No me cerraste el messenger, no?" "No". Cuatro. Una corrección. Dos. "¿Pero no escuchabas que te estaba hablando" "Perdón, no, me estabas hablando desde la cocina, así no escucho" "No escuchás cuando no te conviene. Dejá, ya bajé la basura yo". Puta madre, me perdí. Adónde iba. Ah, sí, era por acá. "Pero no me dijiste qué querés comer" "Me adapto, lo que quieras vos, que tenés más problema". Discusión de cinco o diez minutos. Vaya uno a saber por dónde iba. Di un rápido manotazo a mi mp4 (al lado mi hermana me mira, y se pasa una mano por el cuello; se da vuelta y se va, pero no se aleja mucho) y me tuve que ir a trabajar a la cocina. Volví. Mamá en la máquina. Teléfono. Para ella. Raudamente ocupé la máquina. Me puse a escribir este post a las apuradas. Salió mi hermana de bañarse.
No alcanza con un cuarto propio. Eso, aunque parezca mentira, lo tengo. Hace falta mudarse de universo.