martes, 18 de septiembre de 2007

Eso que siempre estuvo ahí


Nos acostumbramos a pasar cosas por alto, puede que demasiado a menudo. Nos acostumbramos a olvidarnos de cómo, dónde, por qué y qué tenemos tirado alrededor nuestro, a no ver más allá de lo que necesitamos ver.
Pero hay momentos de reconocimiento, que recortan la forma de lo bizarro, dibujado con un dedo fino en el límite incierto entre lo siniestro y lo ridículo.
Es uno de esos momentos para percibir los pequeños engendros que rodean la vida cotidiana el que impulsa este post innecesario, a saber, la extraña sensación de que podría haber pasado todo el resto del año sin notar con plena conciencia las palabras escritas en ese almanaque y sin escribir ese pequeñísimo epígrafe que lo reincluye en mi universo, de no ser porque hoy (tengo que reconocerlo) di clases en un estado de cansancio tildoso que me dejaba volar fuera de las consideraciones estrictamente necesarias, léase, fijarme cuántas semanas le restaban a una alumna nueva antes de su examen decembroso.


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