miércoles, 21 de noviembre de 2007

De vuelta de un primer viaje a Tierras Fértiles

No hay caso, soy de la vieja escuela y prefiero mil veces el procesador de texto a la pantallita de Blogger, que me pone sumamente nerviosa. Aparte, Word permite esto de escribir por partes, guardar y tener las cosas a mano después.

Pero eso es nada más un paréntesis técnico.

La idea era sentarme con los cinco minutos que tengo antes de la cena (ahora cocina mi vieja, a mí me tocó al mediodía) para empezar, de una vez, mi comentario sobre Los Días del Venado de Liliana Bodoc, ahora que me dio el tiempo para leerlo. Lo terminaré más tarde, cuando me de el tiempo.

Lo primero que habría que decir es que es una lectura ideal para cabezas cansadas. Una prosa fluida, con una música extraña de verso traducido, que se deja leer como un arrullo de abuela.

Es que tal vez el principal mérito del estilo de Bodoc es el de convencer al lector, precisamente, de que está leyendo una traducción de algo que en otra lengua debió ser verso. Como solución para un fantasy es excelente: lleva a lo formal la distancia, la diferencia con la cultura narrada. El orden extraño de las palabras y el uso metafórico-mágico del lenguaje nos insisten tanto (pero con tanta naturalidad) en que estamos leyendo un poema de Tierras Fértiles en un mal adaptado castellano, que el efecto se logra. El lector puede entrar en el juego de pensar que escucha a través de un filtro palabras de una lengua que no existió nunca. A modo de ejemplo (y tratando de sacar lo que pueda develar demasiado de la trama):

“El viento llegó con ganas de jugar. Se puso a buscar trenzas que destrenzar y túnicas que sacudir, pero no las encontró. Las aldeas estaban desiertas: no había niños enhebrando caracoles ni mujeres limpiando pescado. Entonces el viento decidió colarse por entre las cortinas de soga. Adentro halló trenzas muertas y túnicas muertas tendidas en hamacas que apenas se mecieron con su entrada. Espantado se puso en camino a Beleram con la triste noticia. Y aunque partió de prisa, nunca llegó adonde quería porque antes un viento que no era de por allí ocupó su camino y lo deshizo en hilachas.”

El lector entra como buen receptor del siglo XXI en el ritmo de la metáfora triste del viento que se pasea por la matanza, y sólo después se acuerda de que el viento no tiene por qué tener menos personalidad que los pájaros, en la concepción animista general del lenguaje de la obra. Solamente en un tercer momento de lucidez podrá caer en la cuenta de lo difícil que se hace lograr eso escribiendo prosa prácticamente en el siglo XXI, y para más hacer que no suene a uno de tantos intentos fallidos de escribir algo que se parezca a una traducción de haiku.

De la obvia reelaboración pesadillesca de la conquista de América se podría hablar largo y tendido. Con la misma facilidad con la que se la podría defender también sería posible defenestrarla. Yo, que no quiero sino hacer un comentario, que disfruté mucho el libro y que no me decido, prefiero callarme. Solamente voy a abrir la boca (la luz del monitor, en realidad) para decir que a cada fantasy que leo me resulta más difícil tragar la evidente polaridad simplista, maniquea, en la que los malos son tan terriblemente malos y los héroes, tan obvia e irreductiblemente buenos. La franja de los personajes miserables (Kume, Bor, Molitzmós) no compensa. Y que Misáianes sea el Odio Eterno, hijo de la Muerte, es demasiado. Creo que hay efectos dramáticos y problemas narrativos que podrían llegar a funcionar con efecto doble si las cosas no fueran tan claras.

Lord of the Rings tiene un solo ejemplo, una ínfima semilla de lo que esto podría ser. Se trata, si usted, lector de blogs ignotos con paciencia para acompañarme hasta acá, por casualidad lo recuerda, de aquella escena en donde los hobbits, escondidos, presencian una batalla entre hombres y avistan olifantes por primera vez en sus vidas. Los hombres matan a los hombres, no hay buenos y malos, sólo debilidad y cansancio.

Hablando de cansancio, es hora de cerrar este post, que en Word ya pasó a segunda página.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola... Uf, concuerdo con el hartazgo-incredulidad ante lo maniqueo de estas historias... y con el convencimiento que alcanza la escritura de Bodoc en este libro (el único que pude leer, por ahora).
Tal vez esa vía que vislumbrás en El Señor... volvería al género en otra cosa... báh, ¡estaría bueno leer esa posibilidad lograda!
Saludos