Pseudoreseñas
Cees Nooteboom - El día de todas las almas
Perdonen la imagen, que contra mi propia imposición a la estética de este blog es una standard. Le presté mi ejemplar a un amigo casi apenas lo terminé, así que no pude sacar una foto propia.
Lo que también me pone en una situación para mí un tanto incómoda, que es la de comentar un texto que no tengo a mano.
De todos modos, hay unas cuantas cosas que quiero y puedo decir.
Es un relato extremadamente bien construido, de esas narraciones prolijas y cuidadas hasta en el más mínimo detalle: las caracterizaciones son impecables, la economía del relato es perfecta, la división en capítulos toma una naturalidad asombrosa y hasta los fragmentos de coro, destinados a un espacio metaliterario que recuerda constantemente el artificio de la ficción, funcionan perfecto, contra todo lo esperable en un recurso así. Por cierto, esa fue una sensación recurrente en la lectura, el pensar "este tipo de recurso normalmente sale mal, es todo lo que uno aborrece en algo escrito por alguien que conoce cierto canon académico y que trata de ser original; y sin embargo acá funciona bárbaro". Uno llega a perdonarle incluso sus actos fallidos de liberalista eurocéntrico.
Dudé mucho sobre si hablar o no del relato en sí. Es una de esas pocas novelas con las que es casi imposible no crear una suerte de lazo afectivo. Leerla, entrar en el pacto de lectura, significa sufrirla con los personajes, quererlos a todos un poco, a Arthur que arrastra por toda Europa su cámara y sus muertos, a Arno con su cuelgue crónico, a Zenobia con su nube oscura arriba de la cabeza, a Elik que ahoga sus fantasmas en la preparación de una tesis de doctorado... En fin.
Es, en total, una novela muy disfrutable; vale la pena hacer una vaquita con un amigo (está editada por Siruela, lamentablemente) para leerla, o secuestrarla de la biblioteca de alguno que la tenga.
(Quedo en deuda con Stefan, el amigo que me la regaló hace más bien poco)
Nicolás Saraintaris - Lógica germinal
Esta me llegó hace una semana, por gentileza del autor.
(Esa foto la pude sacar nada más porque me desvelé, son las seis de la mañana y a mi perro a esta hora le puede pasar un camión de Cliba tocando bocina y lleno de huesos a cinco centímetros de su cabecita que no se inmuta)
Vengo de comentar una novela que trabaja desde cierto compromiso emocional. Bien, ésta en ese sentido es su contrario, es sobre todo una novela del desapego. Con un lenguaje obsesivo y reconcentrado en sí mismo, con una motivación de los acontecimientos que más de una vez recuerda el método de composición del Locus Solus de Raymond Roussel, en franca disonancia con un escenario salvajemente burlesco, con un personaje principal mezquino y poco hábil para mantener una imagen coherente de su realidad por mucho tiempo, Lógica Germinal llama a ser leído desde una aséptica distancia humorística.
A modo de revés absurdo de una novela de Chase, Poroto/Renièr Gaut/Bean es un parásito al que todo parece salirle absurdamente bien en un mundo controlado a base de crímenes atroces pero sin ninguna importancia. El relato se mueve vertiginosamente entre situaciones cómicas que parecen sólo poder llevar al desastre, que buscan despertar el morbo de seguir leyendo para ver qué tan ruidosa va a ser la caída del antihéroe. Y mejor no digo más, que es uno de esos libros que sólo se pueden comentar cabalmente de atrás para adelante. Como toda novela policial que se precie.
Los invito a hacerlo y sacar sus conclusiones propias, entonces, sin que se las de yo masticadas, que es entretenida, se lee rápido y no está publicada por la reina de las editoriales caras como la otra.
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