Anecdotario Bafici
Era viernes, noche de Bafici en el cine Atlas Santa Fe. La película polaca que había elegido mi hermana acababa de terminar, así que ella, Diana y yo salimos del cine rodeadas por una pequeña manada de público. Comentamos un poco lo que acabábamos de ver, Cztery noce z Anna de Jerzy Skolimowski: buena fotografía, excelente dirección, actuación decente, muy buen guión, más deprimente que "Cuando comenzamos a nacer" de Sui Generis en una tarde lluviosa, a los catorce años y después de una desilusión grande.
Despedimos el tema rápido, más bien por necesidad, y para cuando encaramos hacia Rodríguez Peña para tomar el colectivo ya habíamos desviado la conversación hacia una benéfica cháchara cotidiana sobre conocidos.
Adelante de nosotras, en la parada del 124, quedaron un par de nuestros compañeros ocasionales de película. Qué cara de Puán que tiene el tipo de adelante de todo, pensé. Uno de esos especímenes del género masculino que me pueden gustar a mí sola, agregué enseguida. Y me di vuelta para discutir el programa Bafici con Mariel y Diana.
Llegó el colectivo, bastante vacío, las chicas ocuparon un asiento de dos, quedaba uno libre. Al lado de él, claro.
Veinte minutos de viaje, y apenas nos miramos de frente una vez, un poco incómodos, un poco divertidos. En Parque Centenario se bajó él, una parada más tarde nosotras.
Al mediodía siguiente, mucho calor y mucho cansancio encima, yo bajaba las escaleras centrales de Puán con la gente de la cátedra para tomar algo y ver en qué habían quedado las comisiones de prácticos. Él venía subiendo. Nunca sabré cómo se supone que se mire a un desconocido reconocido. Creo que en ese momento opté por un gesto muy mío, levantar las cejas y sonreírle por un momento. Él me devolvió la mirada de reconocimiento con un poco de sorpresa (creo que yo no tengo mucha cara de Puán que digamos), y seguimos nuestros respectivos caminos hacia no cruzar dos palabras nunca.
2 comentarios:
Ayer justamente di clases a la mañana y mientras tomaba un té antes de entrar al curso, mi atención se desvió hacia un profesor de otra materia que nunca había notado (y cuyo aspecto se salía del promedio aburrido de colegas con los que trabajo).
A la noche lo vi a la vuelta de mi casa, en bicicleta. No sabía qué cara poner, él tampoco, y sólo atiné a desviar mi mirada rápidamente, y seguir marcha mientras pensaba "faaa ¡¡el tipo se viene desde caseros hasta acá en bicicleta!!" (???? aclaro que habían pasado como 14 horas entre un evento y otro...)
Una prueba más de que la lucidez y la rapidez de reflejos es inversamente proporcional al interés suscitado por la persona.
¿Trabajás en Caseros? ¿Por dónde?
Y sí, o como dicen en el barrio, una se pone un poco estúpida.
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