Lúcido
(Post pendiente desde el viernes)
(La imagen pertenece a una puesta anterior, con otra escenografía)
Ya había visto, el año pasado, Acassuso y Destino de dos cosas o de tres de Spregelburd. La primera me había gustado mucho. La segunda más o menos, pero para ser una obra de juventud no estaba nada mal. Así que las expectativas para Lúcido eran bastante altas.
Tiene en común con Acassuso la parodia grotesca de las pequeñas infamias de la clase media porteña/bonaerense, entre las que se destacan la estética noventosa del escenario y vestuarios (subrayada, en Lúcido, por el mito del Olimpo-Miami), y la sobrecomplicación cada vez que hace falta contar dinero. Como recursos formales y discursivos, también están la ruptura de la continuidad temporal y la disociación que parece haber entre diversos discursos sobre un mismo acontecimiento, marcada por el egoísmo y la mala voluntad. El efecto de irrealidad es, si se quiere, mayor.
Todo contribuye a una caricatura pesadillesca sin salida, en la que sería imposible definir cuál de las realidades alternativas que se presentan es preferible. Los deseos de la clase media están, claro, condenados a la torpeza y al fracaso.
La puesta en sí es muy buena también. Las actuaciones están muy bien, mantienen ese verosímil frágil que cuadra muy bien con la problematización de lo real que marca la obra. Y por lo que ví me gusta más la escenografía más fragmentaria, en cierto sentido caótica que pusieron ahora que la que se ve en las fotos.
Como recomendaciones, eso sí:
- Si sus humores son un tanto sensibles a la influencia de la experiencia estética, es una obra un poco deprimente. No es para llevar a un recién separado a que se despeje, digamos.
- ¿Andamio 90 cambió los bancos o simplemente siempre fueron tan espantosamente incómodos y yo no lo había notado?
1 comentario:
No soy sensible a la experiencia estética y los bancos durellis son tolerables.
Intentaré ir y le chiflo cómo anduvo.
Congratulaciones por la musique bloggera.
Publicar un comentario