Matheson
Una de las ventajas de estar con gripe (por supuesto que tiene sus ventajas, pese a que este mes vaya a cobrar dos mangos en el laburo, y a que el mes que viene voy a tener que ver de qué me disfrazo, porque aparte mango que pongo en el bolsillo me lo gasto) y de haber tomado la (nada) difícil decisión de no dar finales estas vacaciones, es el tiempo para dedicarse a la ficción. Dos películas y un libro en un solo día, sin cargos de conciencia ni parientes reclamando por todo lo que tendría que haber hecho por la higiene de la casa y no hice.
Lo más digno de mención del grupo fue la novelita, cuya tapa se muestra en la imagen que acompaña a la presente entrada. Remanente de mi visita a la pasada Feria del Libro.
Saqué el tomito de mi estante de abajo, ya con una idea de lo que me esperaba. Es un libro que llegó ahí bastante debido a la recomendación de alguien que me contó en tres palabras de qué se trataba (si puedo prescindir de leer la contratapa hasta bien avanzado el libro lo prefiero): un hombre solo y perseguido en un mundo de vampiros. Bien, el resumen de la trama no sonaba para mucho más que un episodio de la Dimensión Desconocida (con todo el respeto que esa benemérita serie me merece), y en parte lo elegí porque la idea era leer algo que no me demandara tener un lápiz a mano. Página 25 (la edición arranca la narración en la 9):
A levantarse, a buscar ese lápiz.
Ese parrafito (más adelante lo iría confirmando) condensa el tono general de la obra. Un hombre solo, rubicundo, cuarentón y fuerte, que escucha sinfonías, asalta bibliotecas desiertas y se dedica a la experimentación con microscopio incluido, contra un mundo que le es totalmente ajeno. Un ser humano que de simple trabajador un poco dependiente de su mujer se va enquistando mental y espacialmente, hasta convertir su casa en un templo de los estereotipos de los sueños modernos: se dedica a todas aquellas grandes obras de cultura que supuestamente habrían de cambiar el mundo (asesinatos incluidos, está el eco de la Segunda Guerra ahí, perfeccionar las armas, espiar al enemigo, percibirlo como esencialmente distinto, física y mentalmente, si está infectado hay que matarlo aunque esté vivo) para convertirse en un ser brutal, sin palabras, con mucho conocimiento técnico, con mucha desconfianza, con muy pocas esperanzas. Un asesino con el que un lector atento se asusta de simpatizar. Porque no queda otra opción, es parte del pacto de lectura, parte del efecto que un narrador en indirecto libre (no pude cotejar con el original, pero todo parece indicar que es una traducción decente) constante y muy bien logrado tiende a producir.
Ganas de decir algo sobre las últimas escenas, más que comentables, no me faltan. Pero no me gusta que me arruinen las sorpresas, ni me gusta arruinárselas a otros.
Ah, eso sí, si se tientan con la edición fotografiada, de Minotauro, y aprecian una lectura en progresión, que se va desenrollando a medida que pasan las páginas (este librito se la merece), no se les ocurra leer la contratapa.
Lo más digno de mención del grupo fue la novelita, cuya tapa se muestra en la imagen que acompaña a la presente entrada. Remanente de mi visita a la pasada Feria del Libro.
Saqué el tomito de mi estante de abajo, ya con una idea de lo que me esperaba. Es un libro que llegó ahí bastante debido a la recomendación de alguien que me contó en tres palabras de qué se trataba (si puedo prescindir de leer la contratapa hasta bien avanzado el libro lo prefiero): un hombre solo y perseguido en un mundo de vampiros. Bien, el resumen de la trama no sonaba para mucho más que un episodio de la Dimensión Desconocida (con todo el respeto que esa benemérita serie me merece), y en parte lo elegí porque la idea era leer algo que no me demandara tener un lápiz a mano. Página 25 (la edición arranca la narración en la 9):
"Los vampiros pertenecían a otra época, como los idilios de Summers o los melodramas de Stoker. Eran sólo un párrafo en la Enciclopedia Británica o materia prima para escritores o películas de segunda clase. Una débil leyenda que había pasado de siglo en siglo.
Bueno, era cierto"
A levantarse, a buscar ese lápiz.
Ese parrafito (más adelante lo iría confirmando) condensa el tono general de la obra. Un hombre solo, rubicundo, cuarentón y fuerte, que escucha sinfonías, asalta bibliotecas desiertas y se dedica a la experimentación con microscopio incluido, contra un mundo que le es totalmente ajeno. Un ser humano que de simple trabajador un poco dependiente de su mujer se va enquistando mental y espacialmente, hasta convertir su casa en un templo de los estereotipos de los sueños modernos: se dedica a todas aquellas grandes obras de cultura que supuestamente habrían de cambiar el mundo (asesinatos incluidos, está el eco de la Segunda Guerra ahí, perfeccionar las armas, espiar al enemigo, percibirlo como esencialmente distinto, física y mentalmente, si está infectado hay que matarlo aunque esté vivo) para convertirse en un ser brutal, sin palabras, con mucho conocimiento técnico, con mucha desconfianza, con muy pocas esperanzas. Un asesino con el que un lector atento se asusta de simpatizar. Porque no queda otra opción, es parte del pacto de lectura, parte del efecto que un narrador en indirecto libre (no pude cotejar con el original, pero todo parece indicar que es una traducción decente) constante y muy bien logrado tiende a producir.
Ganas de decir algo sobre las últimas escenas, más que comentables, no me faltan. Pero no me gusta que me arruinen las sorpresas, ni me gusta arruinárselas a otros.
Ah, eso sí, si se tientan con la edición fotografiada, de Minotauro, y aprecian una lectura en progresión, que se va desenrollando a medida que pasan las páginas (este librito se la merece), no se les ocurra leer la contratapa.
3 comentarios:
bueno, yo vi la pelicula Vieja, por asi decirlo. Me gusto aunque no pude terminar de verla. Ahora habra que ver la nueva version, con will Smith...sabias de esto ultimo no? segun las criticas, tiene la escena mas cara de la historia del cine...te imaginaras cual no??
No sabía de la película, no. Y la verdad es que no se me ocurre qué escena del libro pueda ser más difícil de representar que las escenas del hundimiento de Titanic y Episodios I, II y III de StarWars: gente enferma, una ciudad vacía, vampiros, una casa: ¿qué no se soluciona con unas maquetas, unas computadoras y un buen equipo de maquilladores? Realmente no veo cómo puedan gastar más que para un episodio de la Dimensión Desconocida, o ya que estamos para el último de Buffy la Cazavampiros (ese en el que vuela Sunnydale): casi todo pasa por lugares cerrados, el tipo no sale de un radio bastante acotado de su casa, los vampiros son simplemente gente muy pálida que no cae si les disparan. La escena final, que cambia un poco de escenarios, no ofrece más problemas que The Green Mile. No vi la película vieja, ya me tomaré el trabajo, pero a menos que hayan agregado algo muy exagerado no veo (aparte del contrato de Will Smith, claro) en qué pueden gastar mucho que digamos.
Lograste interesarme lo suficiente para que lea un post entero (ya es mucho) y para que me den ganas de leer el libro en cuestión.
Lo de Minotauro da un poco de pena y felicidad. Pena porque sus libros, en hermosas ediciones han caído en saldo. Es decir, no se han vendido bien entre los lectores porteños. Felicidad porque debido precisamente a ese motivo, están muy baratos.
Saludos.
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