domingo, 7 de septiembre de 2008

Acassuso

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Primera obra de Spregelburd que tengo ocasión de experimentar. Nada mal.

Está lo obvio, claro. Todos los que trabajamos en docencia (por diferente que sea el entorno que nos toque) tenemos algo que reconocer ahí. Caricaturizados, estilizados, los discursos y personajes habituales de una escuela se despliegan como una reelaboración onírica de algo que todos vivimos desde algún ángulo: la sobrecarga extraña de Doras, Susanas y Martas (que levante la mano el que hizo la primaria en los 80-90 y nunca tuvo al menos una maestra, portera o señora-que-atiende-el-kioskito con cada uno de esos nombres) con su burocracia de papeles manuscritos en carpetas con forros infantiles y sus rencillas internas, con la infaltable docente de la (muy) vieja escuela que pronuncia las "ll" como /'el:je/ y sabe leer discursos con una solemnidad afectada que sólo se encuentra en los actos escolares (válido solamente para la escuela primaria, consulte condiciones al dorso) a la antigua usanza.
Una señora perteneciente a esa vieja escuela, a la que puedo imaginar claramente leyendo "Unn vein-ticinco de mayo de mil ochocientos diez, bajo la tórrenciál liuvia...", obviamente docente en servicio, punteaba todo el tiempo a una amiga que tal vez haya lamentado no haber ido con su prima la estirada: "es así, es así tal cual"

Eso aparte, hay que decir que me sorprendió la capacidad de Spregelburd para la sorpresa (verbal, sobre todo, que significa una lucha contra el chiste fácil de la que, con un tema así, resulta difícil salir airoso), y para hacer que no resulte demasiado larga una obra de dos horas y pico con una trama perpetuamente mutante a partir de detalles, como las imágenes absurdas de un caleidoscopio que nunca termina de girar. Y la mayor parte de las actuaciones estuvieron muy a tono con el nivel general de la obra.
El efecto evidentemente buscado de ir logrando una representación cada vez más frenética, en la que la carcajada con la madre perdida se deshaga en risa histérica mientras los personajes se debaten en los límites de la legalidad funciona. Y el clímax con la escena violenta del final se logra. Tengo la idea de que alguien puede leer esto y ver la obra después, así que no seré spoiler, pero hay una fríamente calculada escenita ridícula preparada para quebrar la carcajada del espectador a medio camino. Había escuchado decir, y fue parte de lo comentado con Mariano (::ACTUALIZO:: posteamos ambos sobre lo mismo casi al mismo tiempo, por lo que veo) a la salida, que hay un desequilibrio entre la primera parte y la segunda, evidentemente menos graciosa. El día después, no puedo sino encontrar que a su manera esa misma incomodidad creciente forma también parte de la obra. Una parte que no necesariamente tiene que cerrarle al público, puede ser, pero funciona.

Del lado de los tomates, hay que decir que se nota demasiado que la profesora de gimnasia es una chica bien haciendo de chongo. No tiene suficiente oído como para saber que la ese no se deja de pronunciar siempre, que quienes no la pronuncian en final de frase sí hacen una aspirada en posición intervocálica, por ejemplo. Eso hacía ruido.
Y que pese a lo dicho sí, tal vez la economía de la obra podría haber mejorado con algunas omisiones. Los diálogos con la vendedora de ropa, por ejemplo, que merecía ser un personaje mucho menor de lo que era.

Dejo estas notas sueltas, migajas de experiencia, antes de volver a las toneladas y toneladas de trabajos por corregir. Ah, la docencia.

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