sábado, 6 de septiembre de 2008

Hilachas de posts para viernes a la noche

Riesgos raros de la banda ancha y el desvelo, como el de empezar a buscar un libro en el catálogo de Puán y terminar comprando otro, por asociación de ideas, a algún ignoto librero de palermo que publica en deremate.


Otra vez los gestos, esta vuelta un comentario de mis alumnos, que dicen que muevo mucho las manos cuando hablo.
También los gestos enternecedoramente inútiles con los que identificamos gente querida: una exasperación de brazos demasiado extendidos, una forma particularmente enérgica de mover la cabeza, la forma de tomar calor removiendo los brazos dentro de las mangas (ese con los años se me pegó), el gesto poco común de restregarse los ojos con las palmas en lugar de usar los dedos como casi todo el mundo, la mirada de rayo láser frente a todo extraño en el entorno, todas esas cosas que llaman la atención la primera vez que se las ve pero que después se naturalizan. Todo lo que nunca podríamos saber de otra forma más que por el contacto directo, eso que se perderá irremisiblemente cuando desaparezcamos los que podemos tener memoria directa de ello, porque todo el mundo se comporta menos naturalmente (es decir, más normal) frente a una cámara.


Alguna reivindicación necesaria de Helena Bonham Carter.


El fastidio frente a la redacción sosa, pretenciosa, con errores de escritura e irrelevante de algún profesor de nuestra alta casa de estudios de cuyo nombre prefiero no acordarme. Aunque me haga falta tragar un estudio suyo en una lista de bibliografía recomendada, por las dudas.
Su parentesco con las escrituras igualmente enervantes que siempre toca escuchar en mayor o menor proporción en los congresos.
Aunque en ese caso uno va dispuesto a perdonar más, una cosa es algo escrito con deadlines asesinas para una ocasión en la que a menudo se tiene poco que decir, y otra preparar una publicación.


Un poema que me resisto firmemente a escribir.

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