Invitando vampiros
Empieza enero, y con él mi autoimpuesta carrera contra el tiempo para preparar las cuatro monografías que debo para recibirme. Como si de una factura impaga se tratara, esta cuenta conmigo tiene como primer vencimiento el 31 de marzo, y como segundo el 15 de abril, lo que me da algo de veinte días para cada trabajo de 15-20 páginas.
No sé cómo será en su ritmo, estimadísimo lector de blogs ignotos, pero en el mío es bastante poco. Porque normalmente me gusta rumiar las ideas, hacer borradores manuscritos en todas las distintas fases del proyecto, ir leyendo mientras tanto otras cosas completamente desconectadas (interrumpí abruptamente dos lecturas bastante disímiles, las Teorías Salvajes de Pola y Orden Terrestre de Enrique Molina, además de que reduje notablemente la cantidad de revistas y blogs que me tomo el trabajo de leer) que me refresquen la cabeza, colgarme chateando o charlando cafés y/o cervezas de por medio con amigos, cortar para escribir cuando me viene en gana (irrenunciable, sobre todo porque con mi manía perfeccionista todavía no termino mi novela), en fin.
Cuestión, este tacho de palabras va a parecerse mucho a este post por el próximo par de meses, vaya sabiéndolo: una colección de pequeñas descargas, de retazos deshilvanados de borradores para trabajos en elaboración, de la resaca de los días obsesivamente dedicados al mismo tema, sobras recalentadas cerca de la medianoche que sólo sirven para mantener este blog vivo y esta cabeza más o menos clara.
Dado que decidí comenzar por la monografía final del seminario de Vedda sobre literatura trivial que hice el cuatrimestre pasado, y que pienso trabajar con Bram Stoker y Anne Rice, enero está llamado a ser el mes de los vampiros.
Motivo de sobra para aceptar la invitación de Mariel, que ayer encontró que alguien subió a Taringa una película sueca de vampiros que nos perdimos por un error de horarios en el Bafici, y que ella seguía buscando insistentemente desde entonces. Se trata de una adaptación para cine de la novela de John Ajvide Lindqvist Låt den rätte komma in (traducida como Déjame entrar, en realidad es Deja entrar a la persona correcta, o Deja entrar a quien corresponde), que este año se convirtió en uno de los libros favoritos de mi hermana y, por lo tanto, en uno de los pesos más pesados de mi estante de abajo.
Las expectativas que me habían creado con esta película eran demasiado altas como para que el verla pudiese hacerle justicia, soy conciente de ello. Es una desventaja de enfrentarse con cualquier obra (de cualquier índole, desde una novela hasta un gusto de helado) que te hayan recomendado demasiado: más vale que sea absolutamente perfecta, porque si no los defectos que pueda tener van a resaltar como si alguien se hubiera tomado el trabajo de remarcarlos con fucsia.
En este caso, para lo que uno espera de una película de terror (género pochoclero, en circunstancias normales), resulta algo lenta. Los puntos jodidos de la trama se sugieren muchas veces con tomas de alrededor de dos o tres segundos (reconozco que se me habrían escapado varias cosas, de no ser porque tenía a mi hermana-lectora-de-Lindqvist haciendo los comentarios molestos de rigor al lado), y hay un regodeo en las escenas sin diálogo, largas, silenciosas, que dan como resultado el ambiguo efecto de que lo sobrenatural se normaliza, se banaliza, se torna humano, pedestre. El espectador comparte la poca sorpresa de Oskar cuando Eli le confirma que es vampiro.
Dejando eso, que no es necesariamente malo, de lado, sí es una película recomendable, no deja de ser una forma muy original de presentar un relato de vampiros, sin ningún cartel luminoso que intente convencernos de que está siéndolo. Si hay algo que todas las narraciones de vampiros de la segunda mitad del siglo XX a esta parte tienen en común es que dan por hecho un pop-lore sobre los vampiros más o menos basado en Dracula (tienen dos colmillos por donde chupan sangre, salen nada más a la noche porque el sol los quema, duermen en lugares cerrados y pequeños, preferentemente ataúdes, hay que darles permiso para que pasen, etc.) compartido por más o menos todo el mundo y frente al cual es necesario posicionarse, diferenciarse: así, Soy Leyenda tenía sus vampiros-enfermos, sobre los que ya hablé mucho, los de Anne Rice no tienen problemas con las cruces ni con el ajo (en la película que se hizo sobre Interview with the Vampire se dedica un diálogo entero a la sección diferenciarse-del-estereotipo), y hasta Buffy the Vampire Slayer* tiene el detalle muy grotesco del cambio abrupto del rostro de los monstruos cuando van a atacar.
Låt den rätte komma in no se preocupa por esto. Uno podría sacar algunas diferencias inciertas, en detalles de entre los menos populares (en lo que se refiere a retomada fuera de Dracula en ficciones sobre vampiros no paródicas), como el hecho de que nunca vemos a Eli convertirse en animal. Aunque sí la vemos trepar muy draculescamente por las paredes, y se sospecha (ella lo afirma, sea en broma o en serio, y la escena de la pileta da que pensar) que sí puede volar. No hay ningún momento en el que se intente, ni siquiera se plantee definir qué significa ser vampiro. Eso está dado, el pop-lore no se usa sino para motivar la anagnórisis, que a su vez está muy integrada en el resto de la trama. Lo que importa es la relación entre Eli y Oskar, el vampirismo no es sino un elemento (crucial, sí, pero no el único, la relación de Oskar con su entorno es prácticamente igual de problemática, y él es un chico más o menos normal) de entre los muchos que contribuyen a desestabilizar el entorno, a volverlo peligroso y a precipitar la catástrofe.
Y con esto me vuelvo a la lectura de bibliografía crítica (estoy con una suerte de "estado de la cuestión para 1994" de un académico australiano, Ken Gelder, titulado, con la imaginación y originalidad que lo caracteriza, Reading the Vampire) antes de que salga el sol y tenga que esconderme de la luz y dormir.
* de donde el lector atento podrá identificar la abreviatura familiar que etiqueta mi nueva sección vampira, y de donde probablemente robe mucha terminología de borradores. Esa serie armó por lejos el mejor sistema léxico conocido para referirse a los chupasangres y sus hábitos.
No sé cómo será en su ritmo, estimadísimo lector de blogs ignotos, pero en el mío es bastante poco. Porque normalmente me gusta rumiar las ideas, hacer borradores manuscritos en todas las distintas fases del proyecto, ir leyendo mientras tanto otras cosas completamente desconectadas (interrumpí abruptamente dos lecturas bastante disímiles, las Teorías Salvajes de Pola y Orden Terrestre de Enrique Molina, además de que reduje notablemente la cantidad de revistas y blogs que me tomo el trabajo de leer) que me refresquen la cabeza, colgarme chateando o charlando cafés y/o cervezas de por medio con amigos, cortar para escribir cuando me viene en gana (irrenunciable, sobre todo porque con mi manía perfeccionista todavía no termino mi novela), en fin.
Cuestión, este tacho de palabras va a parecerse mucho a este post por el próximo par de meses, vaya sabiéndolo: una colección de pequeñas descargas, de retazos deshilvanados de borradores para trabajos en elaboración, de la resaca de los días obsesivamente dedicados al mismo tema, sobras recalentadas cerca de la medianoche que sólo sirven para mantener este blog vivo y esta cabeza más o menos clara.
Dado que decidí comenzar por la monografía final del seminario de Vedda sobre literatura trivial que hice el cuatrimestre pasado, y que pienso trabajar con Bram Stoker y Anne Rice, enero está llamado a ser el mes de los vampiros.
Motivo de sobra para aceptar la invitación de Mariel, que ayer encontró que alguien subió a Taringa una película sueca de vampiros que nos perdimos por un error de horarios en el Bafici, y que ella seguía buscando insistentemente desde entonces. Se trata de una adaptación para cine de la novela de John Ajvide Lindqvist Låt den rätte komma in (traducida como Déjame entrar, en realidad es Deja entrar a la persona correcta, o Deja entrar a quien corresponde), que este año se convirtió en uno de los libros favoritos de mi hermana y, por lo tanto, en uno de los pesos más pesados de mi estante de abajo.
Las expectativas que me habían creado con esta película eran demasiado altas como para que el verla pudiese hacerle justicia, soy conciente de ello. Es una desventaja de enfrentarse con cualquier obra (de cualquier índole, desde una novela hasta un gusto de helado) que te hayan recomendado demasiado: más vale que sea absolutamente perfecta, porque si no los defectos que pueda tener van a resaltar como si alguien se hubiera tomado el trabajo de remarcarlos con fucsia.
En este caso, para lo que uno espera de una película de terror (género pochoclero, en circunstancias normales), resulta algo lenta. Los puntos jodidos de la trama se sugieren muchas veces con tomas de alrededor de dos o tres segundos (reconozco que se me habrían escapado varias cosas, de no ser porque tenía a mi hermana-lectora-de-Lindqvist haciendo los comentarios molestos de rigor al lado), y hay un regodeo en las escenas sin diálogo, largas, silenciosas, que dan como resultado el ambiguo efecto de que lo sobrenatural se normaliza, se banaliza, se torna humano, pedestre. El espectador comparte la poca sorpresa de Oskar cuando Eli le confirma que es vampiro.
Dejando eso, que no es necesariamente malo, de lado, sí es una película recomendable, no deja de ser una forma muy original de presentar un relato de vampiros, sin ningún cartel luminoso que intente convencernos de que está siéndolo. Si hay algo que todas las narraciones de vampiros de la segunda mitad del siglo XX a esta parte tienen en común es que dan por hecho un pop-lore sobre los vampiros más o menos basado en Dracula (tienen dos colmillos por donde chupan sangre, salen nada más a la noche porque el sol los quema, duermen en lugares cerrados y pequeños, preferentemente ataúdes, hay que darles permiso para que pasen, etc.) compartido por más o menos todo el mundo y frente al cual es necesario posicionarse, diferenciarse: así, Soy Leyenda tenía sus vampiros-enfermos, sobre los que ya hablé mucho, los de Anne Rice no tienen problemas con las cruces ni con el ajo (en la película que se hizo sobre Interview with the Vampire se dedica un diálogo entero a la sección diferenciarse-del-estereotipo), y hasta Buffy the Vampire Slayer* tiene el detalle muy grotesco del cambio abrupto del rostro de los monstruos cuando van a atacar.
Låt den rätte komma in no se preocupa por esto. Uno podría sacar algunas diferencias inciertas, en detalles de entre los menos populares (en lo que se refiere a retomada fuera de Dracula en ficciones sobre vampiros no paródicas), como el hecho de que nunca vemos a Eli convertirse en animal. Aunque sí la vemos trepar muy draculescamente por las paredes, y se sospecha (ella lo afirma, sea en broma o en serio, y la escena de la pileta da que pensar) que sí puede volar. No hay ningún momento en el que se intente, ni siquiera se plantee definir qué significa ser vampiro. Eso está dado, el pop-lore no se usa sino para motivar la anagnórisis, que a su vez está muy integrada en el resto de la trama. Lo que importa es la relación entre Eli y Oskar, el vampirismo no es sino un elemento (crucial, sí, pero no el único, la relación de Oskar con su entorno es prácticamente igual de problemática, y él es un chico más o menos normal) de entre los muchos que contribuyen a desestabilizar el entorno, a volverlo peligroso y a precipitar la catástrofe.
Y con esto me vuelvo a la lectura de bibliografía crítica (estoy con una suerte de "estado de la cuestión para 1994" de un académico australiano, Ken Gelder, titulado, con la imaginación y originalidad que lo caracteriza, Reading the Vampire) antes de que salga el sol y tenga que esconderme de la luz y dormir.
* de donde el lector atento podrá identificar la abreviatura familiar que etiqueta mi nueva sección vampira, y de donde probablemente robe mucha terminología de borradores. Esa serie armó por lejos el mejor sistema léxico conocido para referirse a los chupasangres y sus hábitos.
2 comentarios:
Hola, ayer vi la pelicula que alquilo mi marido pensando que seria un fil de terror, y como decias, al principio parece bastante lenta. Despues te das cuenta que la pelicula no se centra en que Eli sea vampira, sino en la fuerza que le de a Oskar para salir adelante siendo abusado cosntantemente. Me parecio hermosa, muy fantasiosa eso si. Vivo en Noruega, y aca la clasificaron como de genero terror-romantico...Yo le pondria solo "romantico" y un poquito bizarro.
Antes de que me olvide, excelente comentario, me sorprendio saber que la pelicula fue vista por otro argentino (somos muy poquitos los que vivimos en la peninsula escandinava)
Saludos
Sí, acá la vio bastante gente de hecho. Aparte del BAFICI y las copias piratas, salió hará cosa de un mes en dvd.
Y coincido, lo de "terror" no se aplica. Sigo sin leer la novela (con lo saturadísima que quedé después de un verano entero de ficciones vampíricas, no lo voy a hacer pronto) pero por lo que se comenta tal vez no estuviese tan mal la etiqueta en ese caso. Parece ser que para la pantalla la alivianaron bastante.
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