martes, 27 de enero de 2009

(sí, leo bastante literatura trivial)

Leer en secuencia los escritos de casi cualquier tejedor de palabras deja siempre el rastro de los pequeños aprendizajes, de los pequeños arrepentimientos por errores literarios pasados que se ocultan como pueden bajo una maraña de obsesivas pruebas que parecen querer decir "no, pero yo soy capaz de escribir algo mejor que eso". Es una sensación particularmente penosa cuando se trata de escritos propios, volver a mirar la novelita que se escribió a los doce o los poemas de los dieciocho, al menos en mi caso, es casi un dolor físico. Se me da por preguntarme qué pensaré de mis escritos actuales dentro de quince años, y hay que decir que me corre un cierto escalofrío molesto que hace falta ahogar con un buen mate o unas horas de estudio.
Pero cuando se trata de los escritos de otro resulta hasta entretenido. Pocas veces ocurre el caso de un escritor que se desinfle (se me ocurre J.K. Rowling, con los últimos dos libros de la saga Potter, algo que consideré trabajar para la monografía sobre literatura trivial, y que tal vez hubiese sido una decisión mucho más sabia que los vampiros), por lo general lo que uno ve es cómo se van desarrollando capacidades, como una florcita que se abre, aún cuando el tipo o mina en cuestión viva de esto, se le agoten las ideas al mismo tiempo que el presupuesto y tenga que inventar tramas ridículas que mantengan el teclado y la cuenta bancaria andando. Para seguir con ejemplos de literatura trivial (en realidad, los que siguen escribiendo cuando se les acaba la gasolina son sólo los escritores de cualquier cosa que se venda bien), Stephen King entraría entre estos: es indudable el aprendizaje técnico entre las primeras novelas y las últimas (una construcción más prolija de los efectos, pequeños experimentos formales casi poéticos, un uso dificilísimo y bien logrado del discurso indirecto libre), pero no por eso puede decirse que Salem's Lot sea peor que The girl who loved Tom Gordon. O que Bag of Bones, que se cuenta entre los pocos libros de los que me deshice deliberadamente en mi vida.
Con Anne Rice ocurre algo infrecuente, para lo que al menos ahora no se me ocurre ningún otro ejemplo literario. Se me viene a la memoria la sensación rara que provoca ver una retrospectiva de Giorgio de Chirico, a quien se le dio en algún momento por parodiar con algo de crueldad el estilo de juventud que lo hizo famoso, y que es lo que cualquiera tiene en la cabeza cuando piensa en él. Anne Rice fue haciendo algo parecido. Todo su mundo ficcional es  cerrado y autorreferencial (sigo sin poder imaginarme qué es lo que habrá producido en su delirio místico actual), y usa eso como excusa para hacer ostentación de su autoconciencia. Cambiar de la voz de Louis a la de Lestat le sirve para burlarse un poco de su estilo por los setenta, y a la vez Lestat mismo, que es un personaje mutable, llena su discurso de espacios metatextuales en los que da cuenta de esas mutaciones en la forma de escribir. Todo merece ser reescrito, reinterpretado, se pueden narrar las últimas quince páginas de The Vampire Lestat en doscientas, si tan sólo se cambia el punto de vista, y se nos avisa de ello apenas comenzado Queen of the Damned
Es tan tarde que es temprano, así que en otro momento, si necesito hacerlo, escribiré una segunda parte para este post que sirva de cierre.

4 comentarios:

mmm- dijo...

varias dudas me aquejan.
pongamos dos, por caso
1- ¿no es cuestionabilísimo el concepto mismo de literatura trivial? ¿quién soy yo para decir que esto es trivial y aquéllo no? mmm habría que pensar qué implica la definición de "literatura" que tengo que manejar para poder respaldar semejante distinción.
2- ¿cómo hacés para preparar finales y monografías, y a la vez escribir tanto en tu blog? ¿acaso tu día tiene más horas que el mío, pequeña saltamontes?
te envidio.
besos
m.

Lupe dijo...

1- Es un concepto difícil, sí. A falta de otro mejor tomo prestado el que se usó para el seminario que cursé el año pasado, y para el que estoy preparando la monografía vampírica, "literatura trivial" entendida como "literatura de entretenimiento", enfocada a una determinada clase de recepción en particular, más allá de lo que uno haga con ella. Un día si querés cuando estemos las dos algo más libres nos sentamos a tomar un café con leche y lo charlamos.
2- Mis días de enero tienen 16 horas de vigilia (de 13 a 7) de las cuales dedico dos a comer, una a sacar al perro, una o dos para que se hagan cigarrillos los hombres grises (me pregunto cuánta gente puede pescar esta referencia), tres o cuatro para escribir, tocar la guitarra, leer la Barcelona o algún otro texto desconectado, o webear. Eso me deja de siete a nueve horas para trabajar en mis monografías. Más no aguanto, no por períodos largos.
El blog se cuenta en el tiempo webero, normalmente el rato de limadez mental después de leer mucho. Los últimos posts son hilachas de pensamientos tontos que me hacen ruido mientras trabajo (obvias pequeñas catarsis, la canción, el poema, reflexiones un poco tontas como este post que comentaste), alguna idea suelta que podría haber escrito en un cuaderno y que puedo usar o no cuando me siente a escribir la versión definitiva de la monografía, y alguna cosita rápida y colgada como lo de Hisaishi, que es algo que ocurrió mientras buscaba música para leer tranquila.
Aún así me estoy atrasando horrores, debo decir que envidio tu capacidad de concentración. A mí el ello siempre me tiene a mal traer.

Anónimo dijo...

Demasiado olor a Puán, es decir: poca literatura, bah, poca densidad literaria, opiniones que no me dicen nada nuevo o intereante con una prosa y un lenguaje gastado y monótono, este tipo de post aburren mucho y ya empalagan. En cambio los post de fotografías y video están buenos y ameritan agregar este blog al reader.

Lupe dijo...

(¿Por qué las críticas negativas van siempre como anónimos? ¿Qué tienen, miedo de que los vaya a buscar con una itaka? No va a pasar, despreocupen).

Hay un disclaimer unos posts atrás, y otro en el subtítulo del blog: Por una parte, no intento profundidad literaria acá, estoy convencidísima de que yo eso tengo que buscarlo en otro lado. El blog es mi tacho de palabras, la parte no demasiado privada de lo que tengo en la cabeza y escribo (casi por necesidad física) cuando la tengo quemadísima.
Y estoy tratando de recibirme, así que sí, como dije por ahí, lo que viene a parar acá en estos días son semillas de ideas para una monografía, por lo general las de desecho.
Lo de este post, como dije en el comentario anterior, es una obviedad del tamaño de Brasil que me zumbaba en la cabeza y que había que exorcizar de alguna manera. Al blog.
Si leés los tags ("Pequeña colección de obviedades", "Ya vendrán posts mejores") antes de leer los posts, te ahorrás el mal rato de leerme en días como estos.
A mí, de este post en particular, que es de lo peorcito que publiqué hasta la fecha, lo que más me gusta es el cuadro de De Chirico.