miércoles, 25 de febrero de 2009

Y en medio del caos casi alegre de las montañas de papeles que se juntan en el escritorio, entre apuntes de Latín que no archivé, cuadernos con una o dos hojas usadas y otros escritos hasta por las tapas, carpetas de presentación, apuntes de didáctica general, cvs, listas viejas de biblioteca, hojas de desperdicio que guardo porque tienen una carilla libre, en fin, todo ese rejunte juguetón que dejó el año que se fue, corta la luz la silueta oscura de las letras de un poema del que era mejor no acordarse, y todo se hace un poco más gris, como los bordes de una hoja que se quema y se convierte en su sombra blanquecina de ceniza.

1 comentario:

Gregoria Samsa dijo...

Así son los poemas, aparecen sin anestesia en los momentos más inesperados... (y más cuando los escribis sobre servilletas, tickets, y hasta papel higiénico como hago yo...)
Lo mejor es archivar ese poema junto al requeche del año que se fué, y así poder arrancar con el escritorio limpito y deseoso de nuevo material!